Voces del Prado

Lo que enseña ver las tripas a las obras de arte

Matías Díaz Padrón, Consejero Técnico y Jefe del departamento de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte hasta 1700, 1970-2005

Yo estaba en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y en la Universidad al mismo tiempo, prácticamente muy joven, cuando me encargaron dirigir el departamento de pintura y el Instituto de Restauración que se fundó hacía muy poco tiempo, por el director Gratiniano Nieto. Yo era de los historiadores del arte más jóvenes, el más materialista, el menos sensible a los efluvios o encantos que produce el arte, que al mismo tiempo es poesía. Me tenían por ser más rígido, más técnico en los juicios. Al estar en el Instituto de Restauración tuve la oportunidad de ver las obras en vivo, de ver las obras como un médico en una sala de operaciones. Veía las tripas de las obras de arte, esa fue la ventaja que yo tuve con respecto a otros compañeros, el ver las tripas. Muchas veces caíamos en la simple teoría, en la simple visión poética y artística documental del arte. Eso es muy bonito, pero hay que tocar como un médico las tripas y los riñones para poder encontrar la realidad, el reconocimiento de la pintura, de su calidad y su belleza, y la solución en cuanto el arte. Tuve la suerte de estar viviendo en ese mundo y eso me dio muchas posibilidades en muchos de los hallazgos que encontré. La solución a las obras que identifiqué fue gracias a estar en contacto con esa realidad. Por lo menos, me permitió darme cuenta de un factor fundamental, que es la calidad de la pintura. Desgraciadamente muchos terminamos carreras de Historia del arte y no distinguimos si aquello está bien pintado o mal pintado. En cualquier época que sea. Y eso se consigue con el ejercicio de la vista, igual que una soprano consigue una maravilla con su voz. El ejercicio de la vista nos permite distinguir si aquello es bueno o aquello es malo, es decir si tiene calidad.