Los grandes artistas de la historia, que no son tantos, también son personajes de una inteligencia superior, como los grandes científicos o los grandes filósofos. No veo diferencia entre la cabeza de Goya y la cabeza de Goethe, por ejemplo. Tampoco la veo entre Praxíteles y Platón. Hay que pensar de esa manera para poder entender el arte, para no decir cosas ramplonas al hablar de pintura o arte. Para no decir cosas en desacuerdo con lo que nos muestran los artistas elevados, los artistas que nos enseñan.
Todas las obras tienen algo fundamental e impresionante, algo que conmueve, algo de lo que te puede reir si quieres, algo que trasmite la personalidad del artista, como hace Goya. Entramos en sus salas y tenemos desde La maja desnuda, que la concibió como una Venus, hasta los retratos de personas de su época que eran feos, pero a los que les da la vuelta y los convierte en ejemplos de futuro, de cómo entender a la persona que está delante de nosotros doscientos años después. Así lo hizo, por ejemplo, con La duquesa de Abrantes.
Llega al Museo del Prado con una beca de la Fundación Juan March. En 1981 obtiene la plaza de Conservador de Dibujos y Estampas del Museo del Prado. Después es nombrada Subdirectora de Conservación e Investigación (cargo que desempeña entre 1981 a 1996) y vocal del Real Patronato (de 1991 a 1996). Hasta 2018 ha sido jefe de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya.
Entrevista realizada el 28 de junio de 2018