En aquella época había fotógrafos ambulantes en las puertas de los centros turísticos. Entonces había un hombre fotografiando en la calle. Tenía una cámara grande, a la que ponía el trapo característico. Y un caballo que debía ser de cartón. Los turistas en aquella época no tenían cámaras fotográficas. A la gente le gustaba tener un recuerdo en la puerta del Museo y decían: “¡Oiga!, por favor, ¿nos puede hacer una foto?”. Después les enviaban la fotografía. Ese fotógrafo era bueno, tenía un equipo completo con el que trabajaba. Así le conoció mi padre y luego le contrató para hacer el trabajo del Museo. Manuel Olivares, que fue el padre de mi compañero Manolo. Esta persona estuvo con él bastantes años y cuando falleció, mi compañero Olivares ingresó en el Museo.
Ingresa en el Museo del Prado como fotógrafo de arte, trabajando durante cuatro décadas. Es hijo de David Manso, primer policía del Museo y también primer fotógrafo.
Entrevista realizada el 10 de mayo de 2015