No sé cómo don Xavier de Salas llevaría las cosas del Museo. Pero como persona, para mí era el mejor, me trataba muy bien. Cuando llegaba lo primero que hacía era echarme el brazo encima y me decía: “¿Qué pasa, Manso? ¿Qué tal?”. Incluso me contaba algunas cosas. Con los otros directores también fue bien, no tengo queja de ninguno. Pero con ninguno tuve la complicidad que llegué a tener con él. Recuerdo que como yo trabajaba a la vez de conductor de la EMT, salieron unas plazas para inspector y conseguí ascender. Pero tenía que hacer un curso de un mes por la mañana, y yo trabajaba en el Museo en turno de mañana. Entonces le pregunté al señor Salas. Le dije: “Don Xavier, no sé si sabe usted que trabajo en la empresa municipal de transportes”. Y contestó: “Hombre, no me lo había dicho, ¿qué necesita?”. “Hay unas plazas de inspector a las que me he presentado porque quiero dejar de conducir y no voy a poder venir durante un mes en el turno de mañana”, le dije. Me contestó: “Suba usted a hablar con el señor Morales que ahora le llamo yo”; el señor Morales era el gerente. Voy a hablar con él y me dice: “Manso, ya me ha llamado el director; venga usted por la tarde si puede; y si no puede no venga; usted haga lo que tenga que hacer y venga la tarde que pueda”. Y le dije: “Pero no va a haber nadie para la biblioteca; se tendrá que cerrar”. Pero insistió: “Usted va a su puesto el día que pueda venir y si no viene nadie se queda hasta la hora que pueda”. ¿Entonces qué problema voy a tener?
Trabaja durante tres décadas como vigilante de sala dentro del Cuerpo Especial de Subalternos del Museo Nacional del Prado, y también como ordenanza de dirección.
Entrevista realizada el 04 de diciembre de 2017