Las meninas es en principio la obra emblema del Museo del Prado. Es de las obras que menos veces se han movido desde que estoy en el Museo, y cada vez que se mueve hay un aura de espectáculo, una especie de tensión, de expectación ante qué puede pasar cuando se mueve esa obra. Entiendes que la manipulación de una obra es una cosa que habitualmente no se ve. Imaginas que, para el público general, es entrar en un terreno o en un momento prohibido. Esa es la expectación que genera. Nunca es fácil hacerlo, porque el comportamiento de las personas no es siempre el mismo, dependiendo si te está mirando más gente o menos gente, si imaginas que formas parte de un espectáculo, o si tienes una cámara detrás. Ahí el comportamiento de las personas varía, y tienes que extremar tu precaución, porque un descuido supone un gran riesgo. Sé que no trabajamos igual con público que sin él. Tienes que estar muy acostumbrado a trabajar así, para que te dé lo mismo que haya veinte personas que cincuenta, que una cámara con alguien haciéndote fotos, y mucho más si se trata de gente que no conoces. No trabajas igual, y a mí me genera un estado de alerta. Lo que tienes entre manos no es una cosa que puedas dejar a merced de la providencia, hay que tenerlo todo muy controlado.
Accede al Museo como vigilante de sala, aunque desarrolla la mayor parte de su trabajo dentro de la Brigada del Museo.
Entrevista realizada el 18 de junio de 2018