Me llamo Antonio Macías Pizarro. Entré en el Museo del Prado hace aproximadamente unos treinta y tres, treinta y cuatro años. No lo sé exactamente porque las fechas se me van un poco. Entré cuando el Museo era aún el antiguo museo y el Casón era el antiguo Casón. He conocido todas las reformas del museo. Cuando yo entré, la mayoría de los suelos eran de madera y también lo eran en el Casón. Ahora es totalmente diferente. En ese momento estaba de director el señor Pita Andrade. No sé si lo han llegado a conocer ustedes, era una gran persona. No tengo queja de nadie. Y entré porque yo trabajaba en el periódico “Arriba”, en la prensa española y cuando lo cerraron nos dieron a elegir. Unos se fueron al Ministerio y otros vinimos aquí. A mí me gustó y pensé “yo me quedo aquí”. Entonces veníamos todos los domingos y solamente unas horas, el relevo entre la noche y el dia para cubrir un turno en el que el Museo prácticamente se quedaba solo. Y así estuvimos unos cuatro meses. Luego ya nos ampliaron el horario y yo me vine a la mañana. En la mañana estaría cinco o seis meses.
Después me pasé a la tarde. La tarde para mí era más cómoda. En fin. Y en la tarde estuve un tiempo. Luego estuve en taquilla unos meses pero no me gustaba el tema de dinero. Y mira por dónde, salieron unas plazas y saqué una que me interesaba. El motivo era porque se trabajaban dos noches, 14 horas trabajando tres días, y cuatro días en casa. Fantástico. Pensé “esto es para mí”. Yo he estado toda la vida, ya desde que trabajaba en el periódico, de autónomo con el taxi. Aquí en el Museo, era así en la mayoría de los trabajadores: el que no era pintor, repartía aceitunas o era taxista. Aquí he hecho yo conductores… Con el sueldo que nos daban aquí no teníamos nada más que para el paquete de tabaco y para desayunar.
Ha trabajado en el Museo del Prado dentro del servicio de vigilancia nocturna durante más de tres décadas.
Entrevista realizada el 05 de diciembre de 2017