Tenemos la suerte en el Prado de poder trabajar con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas con la mayor amplitud, quiero decir, no solamente con obras del Prado, sino con obras del extranjero exactamente igual. Yo le debo al Prado evidentemente el haber estado rodeado de obras, haberlas estudiado y haber aportado en el descubrimiento de obras. Y además no solamente fue en el Prado, sino todo lo que he encontrado en publicaciones fuera de España, en el Hermitage y en el Louvre. He ido a lo mío, a la investigación y tengo la satisfacción de conquistar ciertas cosas que tampoco me ha producido emoción. La verdad que no he tenido esa especie de emoción cuando me dieron hace poco, cinco o seis años, el premio de las Naciones Unidas por el libro de “Van Dyck en España” que se publicó —con la mayoría de obras del Prado, como es de suponer—. Cuando me llamaron para comentarlo, me llamaron desde Viena: “¿Sabe usted que se le ha concedido el premio…?”; y la misma señora que habló dijo: “¿Pero usted no se emociona?”. Pues la verdad es que no, qué quiere que le diga. Pienso que cuando las cosas cuestan tanto, no es un regalo que te llevas, quizá sea ese el motivo. Es un peso que yo me he quitado de encima, de tal proyecto, pero no siento ninguna satisfacción. Muchas veces siento satisfacción de que se alegren mis amigos, que algunos amigos se alegran, pero yo la verdad que no me he emocionado nunca.
Consejero Técnico del Museo del Prado, se incorpora como conservador del departamento de Pintura Flamenca y Holandesa. También es catedrático de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo en las Universidades Complutense y Autónoma de Madrid.
Entrevista realizada el 11 de junio de 2018