Los últimos meses, cuando ya me jubilaba, me dediqué a pasear por las salas, solamente hice eso. Por las galerías, y según miraba las salas y miraba los cuadros, decía: “Dios mío, lo que tengo predicado aquí”; pero no llegaba al extremo de una compañera de trabajo argentina, Isabel Caride, que cuando salíamos del edificio, decía: “Seguí, que me llama un cuadro”. Y entonces la llamaba un cuadro y se iba a verlo. Pues a mí, aquellos días, me llamaban todos los cuadros.
Ha sido un crecimiento personal importantísimo. La enseñanza también aporta mucho en tu crecimiento; llega un momento en que te saturas del desinterés de los alumnos. Aquí he aprendido mucha historia del arte, porque yo no era de arte, no existía la especialidad, yo era de historia. He conocido mucha gente interesante, muchos modos de trabajar distintos, y sobre todo me he podido codear con Goya, con Velázquez. Pasear por las salas, al ser posible vacías, es un premio que no tiene precio. De todos modos, en esos últimos días previos a la jubilación, me paraba delante del cuadro como si fuera la primera vez que lo veía.
Me he separado mucho del Museo, me han reclamado miles de veces para venir a dar conferencias —que de verdad he dado conferencias como nadie, porque me quedo con el público— y no he aceptado. A cosas institucionales no he venido. Me fui un poco por la puerta de atrás. Porque yo era Jefe de Servicio; lo convirtieron en Área, nombraron a una Jefa de Área y ella no me consideró para nada; o sea, yo venía a leer el periódico. Yo organicé jubilaciones de la gente de aquí por todo lo alto, con bromas y fiestas. Me fui un verano, en septiembre, después de las vacaciones. Bien es verdad que yo estaba enferma, de eso estoy afortunadamente mejor. Tengo una enfermedad intestinal crónica muy grave que me dejaba tirada con mucha frecuencia. Ahora me inyectan una medicina especial y sobrevivo. ¿Venir por la mañana, que tenía que parar el coche en tres o cuatro sitios para ir al cuarto de baño, a sentarme a leer el periódico o a meter folletos en sobres? Llegó un momento que me pregunté qué hacía aquí y me fui a casa.
Fue un mal final pero no conservo mucha inquina. Simplemente que me despegué del Museo y vengo a ver a mi gente. Vengo a las exposiciones, a pasearme por las salas pero no institucionalmente. Luego me encuentro por las salas con todos los vigilantes.
“¿Pero que hace usted aquí?”. “Pues aprender”, respondo. “¡Qué va a usted a aprender!”, dicen. Además, una hermana mía, los últimos años de su vida laboral, que tenía un negocio y lo tuvo que quitar, trabajó de vigilante del Museo. Vive en el piso de arriba del mío; de vez en cuando le decían los compañeros: “Hay que ver tu hermana lo que sabe”, y ella les contestaba: “Para eso le dimos carrera”. Esta hermana era del lado de los ricos comerciantes, el otro lado era el de los cultos muertos de hambre, porque éramos cinco. Entonces ella era de los comerciantes: “Para eso le dimos carrera”.
Catedrática de Instituto, se incorpora al Museo bajo la dirección de Alfonso Pérez Sánchez para crear el Gabinete Didáctico, origen del actual Área de Educación. En 1986 es nombrada Jefe del Departamento Didáctico-Pedagógico.
Entrevista realizada el 04 de junio de 2018