Fue un error que me nombrasen director del Museo del Prado. Me faltaban cualidades de las muchas que son exigibles para llevar bien esa historia. Lo que no me faltaba era clarividencia, voluntad y conocimiento del Museo.
Yo pienso que a mí me faltaba tacto político. Tampoco era muy bueno para las relaciones públicas. No sé lo que habría conseguido de haber tenido ese tacto político y esa capacidad para las relaciones públicas, a lo mejor nada o a lo mejor mucho, no lo sé. Pero yo creo que eso es algo imprescindible para un director de un museo tan importante. Para cualquier director de un museo importante, pero para un museo importante y público mucho más.
No basta con hacer una lista de peticiones, sino que hay que saber trajinarla. Yo no estaba acostumbrado, no tenía esa experiencia. Puede parecer ingenuo, pero no la tenía y la pagué. Me centré en lo que creía que podía hacer más y mejor, y descuidé ese aspecto. A priori puedes pensar que qué más da ser simpático, hacer despachos o cosas de ese tipo... Pues no, es muy importante para un director de una institución de este tipo y en eso fui, verdaderamente, un desastre.
Director del Museo del Prado desde 1993 hasta 1994, fue miembro fundador y patrono del Consejo de la Fundación Amigos Museo del Prado. Asimismo fue catedrático de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid, comisario de varias exposiciones y crítico de arte.
Entrevista realizada el 04 de octubre de 2018