Cuando tienes treinta o cuarenta años, piensas que cuando llegue la hora de la jubilación vas a echar de menos todo. Pero cuando ya estás a las puertas de la jubilación, piensas que has hecho lo que tenías que hacer. Y ahora lo que interesa es, no abandonar o perder la relación con la gente, pero sí cambiar de forma de vida, no tener que trabajar de ocho de la mañana a siete de la tarde. Siempre hay cosas que hacer. La gente me dice que podría escribir un libro con anécdotas e historias del Museo. Pues no lo sé, quizá sí lo haga, según me pille. Hay muchas cosas que me gustan, por ejemplo La pradera de San Isidro de Goya. Me gusta el Antonello de Messina [Cristo muerto sostenido por un ángel]. Me interesan mucho los bodegones españoles. Para mí los dos mejores pintores que hay en el Museo del Prado y dentro de la historia del arte son Rubens y Velázquez. Vendría a verlos. Tendré una idea romántica de la situación, vendré a ver a la gente y a desayunar. Pero te quitas muchos problemones de encima y eso también te lo mereces. No creo que me cueste excesivo trabajo. Ya he trabajado mucho en esta casa.
Conservadora del Museo del Prado desde 1982. Comienza su colaboración con el Museo en los años 70, ordenando documentos y archivos fotográficos. Documenta y visita las instituciones depositarias de obras del Museo, dando origen a la colección conocida como "Prado disperso".
Entrevista realizada el 08 de abril de 2018