15 de enero de 2022
Lilia Maure (Universidad Politécnica de Madrid)
Es bien sabido que el edificio que actualmente alberga el Museo del Prado fue construido por el arquitecto Juan de Villanueva entre 1785 y 1808 como sede para el desarrollo de las ciencias. Su promotor fue el conde de Floridablanca quien, bajo la tutela de Carlos III, puso en marcha su edificación sin tener definidos los objetivos científicos que éste acogería.
El hecho de que la nueva construcción se levantase fuera del entramado histórico de la ciudad, al otro lado de la vaguada que limitaba el crecimiento urbano de Madrid hacia el este, solo se podía justificar porque el nuevo edificio se hubiese planteado para albergar, en principio, el Laboratorio Químico del colindante Jardín Botánico. Posteriormente se uniría a este objetivo primigenio la inserción de la Academia de Ciencias, de los Gabinetes para las producciones naturales, del Salón de Juntas y demás Salas que asegurasen el anhelado avance científico.
Con la obra ya en marcha se decidió incluir en la sede el tan deseado Observatorio Astronómico, del que Madrid carecía, insertándolo en su cuerpo meridional, en ejecución, como muestra la Maqueta de Villanueva y se evidencia en el estado actual del Museo del Prado, pues ni el Patio ni las Salas que a él se abren en su fachada septentrional —planta baja y principal— debieron de formar parte del proyecto previo a dicha inserción.