En noviembre de 1869 llegó a Madrid, acompañado por William Sartain y Harry Humphrey Moore, Thomas Eakins, el primero de la larga serie de jóvenes artistas norteamericanos que pasaron por el Prado en el último cuarto de siglo: George Peter Alexander Healy en 1871, Mary Cassatt en 1872 y 1884, Robert Hinckley en 1874 y 1879, Julian Alden Weir en 1876, William Dannat, Alfred Collins y Walter Gay en 1878, John Singer Sargent en 1879, William Merritt Chase en 1881, 1882 (esta vez junto con Robert F. Blum y Frederick P. Vinton) y 1885, etc. Significativamente, casi todos ellos vinieron a Madrid desde París y algunos (Eakins, Gay, Hinckley, Sargent) hicieron el viaje siguiendo los pasos, y seguramente los consejos, de sus maestros, Léon Bonnat y Carolus-Duran. Todos, por lo demás, con la única excepción de Eakins, hicieron copias en el Museo, casi siempre de obras de Velázquez, y parece que se sintieron abrumados por el vigoroso realismo de la pintura española del XVII.
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En el caso de Sargent, sin embargo (dejemos al margen a otros como Healy, que copió el Pablo de Valladolid y representó la copia en el fondo de su propio Autorretrato, en el que adoptó la pose de Velázquez en Las Meninas), la estancia en Madrid en octubre-noviembre de 1879, durante la que realizó once copias de cuadros de Velázquez, tendría consecuencias trascendentales para su pintura. En el último cuarto de siglo, en una época en la que ya hay que tener muy en cuenta en cuanto a la difusión e influencia de las obras del Museo el desarrollo de la fotografía.
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Hacia esas fechas, y aunque con valoraciones y enfoques diferentes, la idea de Velázquez como precursor, si no padre, de la pintura contemporánea estaba ya ampliamente extendida. Indudablemente sus obras jugaron un papel de primer orden en el desarrollo de la pintura moderna a través, fundamentalmente, de Manet, Sargent y Whistler, y antes de que acabara el siglo fue presentado en alguna monografía donde se caracterizó su estilo final como «impresionista». Reveladoramente, los tres grandes creadores del impresionismo viajaron a Madrid por entonces y le rindieron homenaje. Degas vino en septiembre de 1889, en compañía de Boldini, y escribió entonces: "Nada, absolutamente nada, puede dar idea de Velázquez".
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Cuando vino por primera vez a Madrid, en 1879, Sargent solo copió obras de Velázquez; cuando volvió en 1895, fue ya para copiar a El Greco, Tiziano y Tintoretto. Ese mismo año vino William Rothenstein, dirigido por el propio Sargent hacia los Grecos de Toledo y descubrió en Madrid a Goya. Y lo mismo sucedería con otros artistas como el americano Chase (que en sus primeros viajes a Madrid estudió en exclusiva a Velázquez y en el último, de 1905, trajo a sus alumnos para estudiar asimismo a El Greco y Goya) o su discípulo Robert Henri, quien vino en 1906, con sus propios alumnos, con la misma finalidad y avisaría posteriormente en su libro The Art Spirit: "Ved las pinturas del Greco". Hacia el cambio de siglo, el viaje al Prado había dejado de ser ya sólo un viaje a Velázquez.*
*Parráfos extraidos de la voz Influencia del Museo del Prado en el arte del siglo XIX escrita por José Álvarez Lopera para la Enciclopedia del Museo del Prado.