Dioniso y su séquito
Hacia 50 a.C.. Mármol blanco, 56 x 49 cmSala 072
Las figuras pertenecen a un repertorio artístico que en el curso del siglo II a. C. fue desarrollado sobre todo en talleres áticos. Representa el cortejo de Dioniso, los sátiros y ménades que deleitan al dios con música y baile. Dichas representaciones del tíaso dionisiaco son, en gran parte, deudoras del arte helenístico.
Este relieve procede de una crátera marmórea, cuya pared estaba rodeada por un friso figurativo. Se ha conservado el grupo central de Dioniso, quien se apoya en un sátiro, así como una representación de un sátiro tocando una flauta, al que seguramente seguían otros sátiros y ménades. Dioniso aparece de espaldas, envuelto en un amplio manto que cubre la mitad inferior del cuerpo y el brazo izquierdo, se apoya con éste sobre el hombro de un pequeño sátiro que se ha acercado a él desde atrás, pasando su brazo derecho por las caderas del dios. La larga cabellera de Dioniso forma un moño en la nuca y algunos rizos caen sobre su hombro derecho. Dioniso mira hacia su mano derecha parcialmente alzada en la que en la actualidad aparece quizá un racimo de uvas y una gran hoja de parra, que probablemente haya sido formada por el restaurador del siglo XVII a partir de una cuerna.
En oposición al tíaso que rodea al dios con música y baile desenfrenado, éste es representado casi inmóvil como objeto y causa divina de un desenfreno en el que él no participa. Como un joven de aspecto muy blando, con formas corporales casi femeninas, personifica la vida holgada, el placer y la alegría de vivir, tal como en la Antigüedad se manifestaba sobre todo en festejos y banquetes. Los sátiros musculosos son sus sirvientes, quienes lo apoyan y sirven. Al igual que las formas orgiásticas de su culto, también la voluptuosidad de su representación puede ser entendida como señal de su procedencia oriental (Texto extractado de Schröder, S. F.: Catálogo de la escultura clásica, Museo Nacional del Prado, 2004, pp. 292-299).