El Descendimiento
1595. Óleo sobre lienzo, 263 x 181 cmNo expuesto
Bartolomé Carducho nació en Florencia hacia 1560 y murió en El Pardo (Madrid), en 1608. A través de su hermano Vicente Carducho, veinte años menor que él y gran teórico de la pintura de la generación posterior, conocemos datos sobre la trayectoria de Bartolomé y sobre su formación en Italia. Esta se desarrolló bajo las directrices de Bartolommeo Amannati, y no sólo en el campo de la pintura, sino también en el de la arquitectura y la escultura. Posteriormente, fue discípulo de Federico Zuccaro, al que acompañó a España y con el que colaboró en la decoración del monasterio de El Escorial. El foco artístico de pintores extranjeros de El Escorial constituyó uno de los gérmenes que favorecieron la gestación de la nueva corriente naturalista española. Pero también se produjo un aporte al estilo de los artistas foráneos, que experimentaron cierto grado de españolización, desprendiéndose de convencionalismos de origen italiano, consiguiendo un estilo más realista en la realización de las formas y un idealismo más relajado en las fisonomías. Tras su etapa escurialense, Bartolomé Carducho no fue una excepción a la norma general, experimentando dicha simbiosis con los principios artísticos nacionales. Se puede decir que desde un estilo independiente, Bartolomé Carducho se convirtió en la figura más influyente sobre la generación posterior de pintores españoles, en un período de transición.
Firmada y fechada en 1595, la presente obra fue realizada para la capilla de Santa Rita en el desaparecido convento de San Felipe el Real de Madrid. En su lugar de ubicación original lo vieron los cronistas Palomino y Ponz. Con posterioridad pasó a engrosar los fondos de las Colecciones Reales. Carducho desarrolla en esta obra un escena de gran monumentalidad pero muy contenida formalmente, con grandes reminiscencias de los autores de la escuela florentina. La diagonal formada por el cuerpo de Cristo domina la composición, pero con la mesura que caracteriza a las corrientes contrarias a la grandilocuencia del manierismo. Comienzan a incorporarse los efectos lumínicos y cromáticos propagados por la escuela veneciana sobre la monumentalidad de las figuras de la escuela toscana. El dramatismo intrínseco de la escena aparece subrayado por el uso de la luz, que contribuye al realce de la corporeidad de las figuras, creando contrastes compositivos más pronunciados, con un gran sentido escénico que anuncia nuevos aires en la pintura. Adelantándonos en el discurrir del tiempo debemos traer a la memoria las concomitancias con el tratamiento que Rubens otorgará a su obra de la misma temática. Además, su manera de componer preconiza la de los grandes maestros de las siguientes generaciones de la pintura barroca. Sin embargo, no puede obviarse su apego a los dictados del dibujo, correctísimo en este caso, que unido a la iluminación convierte a las figuras en volumétricas esculturas. El color atenúa la dureza del diseño, adquiriendo unas tonalidades suntuosas, de clara ascendencia veneciana.
Esplendores de Espanha de el Greco a Velazquez, Rio Janeiro, Arte Viva, 2000, p.182