El pintor Eduardo Zamacois
1863 - 1864. Óleo sobre lienzo, 80,5 x 65 cm. No expuestoEl retrato fue uno de los géneros más importantes de la pintura del siglo XIX, y alcanza una calidad especialmente alta al afrontar las efigies de otros artistas condiscípulos, amigos y rivales. Además, se trata de testimonios elocuentes de una relación entre artistas que a menudo lleva a abordar la ejecución de manera inusualmente franca y desenvuelta. Un ejemplo destacado de ambos aspectos lo constituye este retrato de uno de los artistas españoles más celebrados en su tiempo, el pintor Eduardo Zamacois (Bilbao, 1841-Madrid, 1871), pintado en París, donde comenzaba a darse a conocer.
El autor era su amigo íntimo Raimundo de Madrazo, con el que había coincidido ya en Madrid con ocasión de su asistencia a la Escuela Superior de Pintura y Escultura. Raimundo de Madrazo, recién establecido, a su vez, en la capital francesa, llegaría a triunfar como retratista del gran mundo. Esta obra es el testimonio de su inicial dedicación a este género en aquella ciudad, y un ejemplo de la mayor calidad en el ámbito del retrato íntimo. En efecto, el retrato lo hizo a un amigo de su misma edad, veintiún años, y muestra el estrecho vínculo entre dos de los artistas que, junto a Mariano Fortuny y Martín Rico -autores, a su vez, de sendas efigies de Zamacois, en grabado (1869) y en caricatura dibujada (1862, Nueva York, The Hispanic Society of America, A1734, número 58), respectivamente- constituyeron el grupo de pintores cuya difusión internacional fue mayor durante los años siguientes. Los cuatro mantuvieron estrechos vínculos testimoniados por este y otros retratos. El retrato, oval como algunos otros del propio Zamacois de la misma época, lo representa el mismo año de su primera participación en el Salón de París, en el que lograría triunfar al final de su corta carrera artística. Retrato de gran busto, de tres cuartos, mira al espectador cubierto por una boina roja de pintor y vestido con elegancia, lo mismo que en el autorretrato "El autor y sus amigos", un año anterior y realizado igualmente en París, que conserva el Prado. A diferencia de éste, el efigiado presenta una barba más larga, que mantendría hasta el final de sus días, como atestiguan otros retratos, como el citado de Fortuny, el que le pintó el artista francés Charles Henri Pille (hacia 1870, París, Petit Palais, Musée des Beaux-Arts de la Ville de Paris) y sus mismos autorretratos (1868 y hacia 1869, en colección particular) e imágenes fotográficas.
Sentado en una silla, cuyo respaldo se insinúa a la izquierda, su cabeza aparece resaltada de modo muy marcado por la luz sobre el fondo oscuro, dejando parte del rostro en penumbra. Vestido con ropas oscuras con elegante sobriedad, las únicas notas de color son sólo su boina roja y la barba y el cabello castaño. El efigiado se muestra así con elegante prestancia, captada con simpatía por Raimundo de Madrazo. El retrato conserva su marco de época, originariamente dorado y ahora teñido en negro (Texto extractado de Barón, J.: Memoria de Actividades. Museo Nacional del Prado, 2011, pp. 42-44).