Estuche para un jarro de cristal con esmaltes, rubíes y una sirena de oro por asa
1650 - 1689. Cuero, Madera, Tela, Tafilete, 27,5 x 20 cmSala 079B
Estuche realizado en tafilete en forma de copa con asa lobulada enmarcada por cenefa. Pie semiesférico y cuerpo central dividido en dos zonas por una cenefa, decorado con florecillas, ramito con el tallo enroscado y cenefa de lises, realizados mediante hierros dorados. Producido en un taller probablemente milanés, vinculado al de Metellino, se fecha a partir de 1650 y antes de 1689. Albergaría la alhaja Jarro de cristal con esmaltes, rubíes y una sirena de oro por asa, pieza desaparecida en 1815. La importancia de los estuches es grande para el estudio de las alhajas, dado que aportan datos volumétricos, estilísticos y cronológicos que ayudan a la correcta identificación de cada objeto, incluyendo su posible procedencia, común o no, a otros ejemplares. Gracias a ello, puede relacionarse claramente un conjunto de estuches con los objetos que contuvieron. Esta circunstancia dota de especial interés al conjunto de estuches de las alhajas, convirtiéndolos en, quizás, el más importante grupo de todos cuanto se conocen, pues muy pocos se conservan. El conjunto ha permanecido prácticamente inédito hasta 1991, pese a su importancia decisiva para el conocimiento de la guarnicionería europea de los siglos XVI y XVII.
Estos estuches llegaron a España con las alhajas que Felipe V heredó tras la muerte de su padre Luis de Borbón (el Delfín de Francia). Tiempo después, en 1776, Carlos III cedió el conjunto de vasos, incluidos sus estuches, al Real Gabinete de Historia Natural, donde permaneció hasta la salida de las alhajas hacia París, dejando atrás los estuches. Cuando éstas se recuperaron, muchos de los estuches posiblemente ya no se pudieron utilizar como contenedores, al volver las alhajas mutiladas o reconstruidas indebidamente.
Los estuches de estos vasos de lujo se concebían de un modo práctico, con la forma del vaso contenido. Parte de los estuches que se conservan son aquellos que originariamente tuvieron los vasos al ser fabricados; otros fueron encargados por sus sucesivos poseedores, a veces personalizados con símbolos relacionados con el propietario, como sucede con la serie de los estuches rojos decorados con flores de lis y delfines. La existencia o no de estos estuches protectores determinaba en muchas ocasiones la longevidad de los vasos que contenían. Algunos de estos estuches pueden agruparse según sus características, aunque, por lo general, sus almas son de madera, y tienen un forro interior de textil o piel, a veces acolchado con vellón de lana, mientras que al exterior presentan un acabado en telas de lujo o finas pieles decoradas, bien en seco o bien en dorado. Los estuches de la serie ramo de tallo enroscado utilizan un hierro de este aspecto, empleado en seco, que alterna con flores, coronas y, a veces, águilas. Son estuches que protegieron piezas de cristal, quizás productos de un mismo taller, o bien encargadas por un mismo comitente.
Arbeteta Mira, Letizia, El tesoro del Delfín: alhajas de Felipe V recibidas por herencia de su padre Luis, Gran Delfín de Francia, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2001, p.85-89; 169