María Mancini
Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 64 x 54 cmNo expuesto
María Mancini (Roma 1639- Pisa 1715) fue sobrina del cardenal Mazarino y una de las aristócratas de mayor fama en la Europa de su tiempo. Como había hecho con otros parientes, Mazarino invitó a la joven María a la corte de Francia en 1652, llegando a la misma en el otoño de 1655 tras haber sido instruida en los usos y costumbres franceses entre Aix-en-Provence y París. Desde 1657 el joven rey Luis XIV comenzó a manifestar interés por María, lo que al año siguiente derivó en que la dama pasase buena parte del tiempo acompañando al soberano. Pese a ello, avanzó el tratado de paz franco-español -impulsado por el propio Mazarino- en el marco del cuál se establecía el acuerdo matrimonial de Luis XIV con la infanta María Teresa de Austria, hija de Felipe IV. Ante aquel horizonte en la vida del monarca, María Mancini fue alejada de la corte francesa por orden expresa de su tío el cardenal, hasta que en 1660 se le permitió regresar a París con la condición de llevar una vida de retiro. Poco después, se acordó su matrimonio con el aristócrata romano Lorenzo Onofrio Colonna, que se celebraría por poderes en el Louvre el 15 de abril de 1661. Establecidos en Roma, los cónyuges tuvieron en los años sucesivos una amplia presencia en la vida social y cultural tanto de la capital pontificia como de Venecia. Pero la relación de María con su marido empeoró drásticamente, hasta el punto de abandonar Roma en 1671 con destino a Francia. Ya en territorio francés, recibió una carta de la reina María Teresa en la que le rogaba, también en nombre de Luis XIV, no proseguir hacia París. Pese a tal instrucción, continuó su viaje en dirección a la corte francesa, ante lo que Luis XIV le ordenó que o volviese con su marido, o se retirase a un convento. Optando por lo segundo, estuvo en la abadía de Lys, cerca de París, y luego en la de Avenay, próxima a Reims, pero la desilusión que le produjo la acogida que se le procuró en Francia hizo que en 1673 aceptase la hospitalidad del duque de Saboya en Turín. De allí pasaría a Flandes, donde fue confinada por orden del gobernador, conde de Monterrey, primero en Amberes y luego en Bruselas. Para salir de aquella situación, acordó finalmente con su marido hospedarse en alguna fundación religiosa en España. Ya en Madrid, fue alojada en un primer momento en la residencia del almirante de Castilla, por el parentesco de este con los Colonna, aunque luego pasaría a instalarse en el convento de Santo Domingo.
En 1676 se publicaron en Colonia unas memorias apócrifas suyas (Mémoires de M.L.P.M.M. Colonne) a las que respondió con su relato biográfico autógrafo, publicado en Zaragoza al año siguiente (La verdad en su luz), en el que rebaja el tono escandaloso del texto no autorizado. Tras la caída de don Juan José de Austria en la corte española, Lorenzo Onofrio Colonna fue nombrado virrey de Aragón, lo que propició un encuentro entre los cónyuges en 1678, pese a lo que la situación entre ambos no mejoró. Es más, María sería detenida en condiciones mucho más duras en el Alcázar de Segovia a finales de 1680 tras saberse que tenía un amante en Madrid. De allí volvería a la corte con la condición de profesar como religiosa en el convento de la Inmaculada Concepción, aunque finalmente se alojó allí en calidad de huésped de las monjas. Tras la muerte de su marido en 1689, María recobró la libertad de movimiento, llegando a ocupar un papel destacado en el entorno de la segunda esposa de Carlos II, Mariana de Neoburgo, lo que le acarreó una escasa simpatía del sucesivo soberano Felipe V, debiendo salir de España de forma definitiva en 1702. Pasó así sus últimos años de vida entre Italia y Francia, falleciendo finalmente en Pisa en 1715.
El lienzo del Museo del Prado presenta a María en su primera madurez, ataviada y acicalada de un modo muy semejante a como aparece en otros retratos suyos. Por la edad que en él aparenta, podría haber sido realizado a finales de los años setenta durante su estancia en la corte española. Consta que desde Roma le fueron enviados a Madrid en 1677 dos retratos suyos de pequeño formato realizados por Jacob Ferdinando Voet (Amendola 2006: 42), artista que ya la había retratado con anterioridad, pintados no a través de un posado de la modelo, sino por reelaboración de otros retratos anteriores, pudiendo tal vez ser este uno de ellos. Otro retrato de María en una edad algo más temprana y del mismo Voet se conserva en el Patrimonio Nacional, procedente de la colección reunida por el rey Carlos IV en Roma (Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, inv. 10013356, óleo sobre lienzo, 73’8 x 59’5 cm).
(Información actualizada por el Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800, septiembre de 2020).