Salvilla de cristal con borde calado y cuatro ramos grabados
Hacia 1615. Cristal de roca / cuarzo hialino, Plata dorada, 3,1 x 30 cmSala 079B
Salvilla oval, compuesta por siete piezas de cristal de roca unidas por guarnición de plata. El cuerpo consiste en una pieza ovalada, con encajadura oblonga para el pie, de plata dorada y moldurada. La decoración grabada se desarrolla en los extremos, dejando las zonas centrales casi lisas. Está compuesta por una sucesión de roleos acabados en hileras de granos que marcan los ritmos de la composición, y cuatro flores o rosetas en los extremos del diseño. Las seis piezas que decoran el ala están caladas y forman una crestería de lises o ces. Van montadas al aire, sujetas por la moldura y seis piezas en forma de T doble, de las que faltan las partes del reverso, que mantienen las piezas sujetas. Arbeteta la catalogó como obra milanesa. El cristal es de mala calidad, con inclusiones que afean la bella labor.
Los distintos inventarios históricos del Tesoro de 1734, 1746 y 1776 describen esta salvilla formando conjunto con otras dos también de cristal de roca, las O103 y O105, que se guardaban todas en un mismo estuche.
Es una de las piezas pertenecientes al Tesoro del Delfín, el conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre. La adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V (1683-1746) recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1776 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrió en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.