Santa Margarita resucita a un joven
Hacia 1620. Óleo sobre lienzo, 131 x 100,5 cm. Sala 006Obra bella por su apariencia y enigmática por sus problemas de atribución, ha oscilado su autoría entre diversos artistas, siempre dentro del ámbito estético de Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio y, aun cuando actualmente haya encontrado su adscripción definitiva a la producción de Serodine, hay críticos que todavía piensan que sea una creación de aquél. La historia del lienzo puede trazarse desde 1647, año en el que don Alfonso Enríquez de Cabrera, Almirante de Castilla, lo donó a Felipe IV, considerándolo de Caravaggio. Se colgó en las estancias del monasterio de San Lorenzo del Escorial, donde lo citan todos los viajeros desde el padre Santos (1657:) "tiénese por de mano de Michael Angelo Caravaggio, por ser muy bueno y de aquella su manera". Esa atribución, con cierto tono dubitativo, se mantuvo hasta tiempos de Ponz, que repite la expresión: "que se tiene por obra de Miguel Angel Caravaggio". En 1827 entró en el Museo del Prado. En los primeros catálogos figuró bajo el nombre de Rutilio Manetti (1570/1571-1639), caravaggista sienés, hoy mejor conocido, y al que no puede atribuirse. Desde 1933, recogiendo la autorizada opinión de Voss, aceptada sin reservas por Longhi, se cataloga como obra de Giovanni Serodine, y así se ha mantenido. Sin embargo, la atribución a Caravaggio fue propuesta por algunos expertos: Venturi, en 1927, advirtió su semejanza con obras de los últimos años de Caravaggio; Zahn subraya la relación con aspectos del Entierro de santa Lucía pintado en Siracusa, en 1608, por Caravaggio. Volpe y otros críticos también piensan en Caravaggio, opinión mantenida por Pérez Sánchez, especialmente después de la larga y cuidadosa restauración a la que fue sometido el cuadro. La materia pictórica se halla un tanto alterada por efectos de un fuerte calor que ha modificado la apariencia de la superficie. Gruesos repintes cubrían ciertas partes y la restauración ha descubierto sutiles tránsitos de luz y sombra y sintéticas ligerezas de ejecución, a la vez que ha hecho más comprensible la misteriosa poesía de la composición, ordenada con gran sobriedad. Las cabezas de los protagonistas, el niño muerto sostenido por las axilas por un robusto anciano, y la santa, que tiernamente se inclina hacia él, cogiéndole la mano en delicado gesto, permanecen en sombra. Posee, sin duda, una clara relación con Las limosnas de san Esteban (Museo-Pinacoteca de la abadía de Casamari) de Serodine, obra con la que mantiene concomitancias, tanto en composición como en pormenores. Estimando que también evoca aspectos de sus lienzos conservados en la iglesia parroquial de Ascona, la fecha de ejecución del presente cuadro podría oscilar entre 1620 y 1625. De ser obra de Caravaggio sería una creación tardía, del periodo siciliano. Se hace patente tal propuesta al observar las cabezas pensativas y entristecidas, en perfil riguroso, con la luz acentuando las frentes arrugadas -similares a las de varios personajes de La Adoración de los Pastores (Museo Nazionale di Messina-) así como los pliegues luminosos, de hondos surcos de sombra, del ropaje del muchacho muerto, muy próximos a los de la tela que envuelve al Niño Jesús, en el mencionado cuadro. Hay todavía un detalle más a aportar a favor de una tradicional atribución de la presente pintura al Merisi: en el inventario de los bienes del duque de Alcalá -virrey de Nápoles entre 1629 y 1631-, redactado en Génova, en 1637 aparece un cuadro denominado Milagro de una Santa, de Caravaggio, que pudiera ser este mismo lienzo, hoy estimado como de Serodine pero entonces oculto bajo la atribución a un nombre mucho más prestigioso.
De Tiziano a Goya: grandes maestros del Museo del Prado, Madrid, Museo Nacional del Prado: SEACEX, 2007, p.242