Autorretrato
1917. Óleo sobre lienzo, 60 x 61,5 cmDepósito en otra institución
En este autorretrato destaca en primer lugar la serena y pulcra elegancia del personaje, que se muestra impecablemente vestido, incluso porta una prenda más propia de calle como es el sombrero. Su rostro luce con una cuidada barba y poblado bigote en punta. Es un autorretrato que vislumbra de manera clara los hábitos y maneras que definen al gentleman, asomando en su gesto y en su porte el hombre cosmopolita, culto y urbano, el hombre de éxito cuyo valor ha sido reconocido por sus contemporáneos. Tiene una mirada tensa y atenta que nos descubre al artista y al espectador ansioso e insaciable, a la vez que denota firmeza y una gran seguridad en sí mismo.
La escena se sitúa en su estudio de Valencia, destacando al fondo un cuadro de abarrocado marco. El desplazamiento de la figura hacia la derecha, dejando ver el trozo del cuadro, quiere de alguna manera indicar su relación con la pintura. Todo el conjunto está como envuelto en cierta neblina y arropado en una atmósfera vetusta, familiar y entrañable. El autor, en el momento de este autorretrato, lo realiza a la edad de sesenta y dos años. Ya en esta época estaba establecido de nuevo en Valencia, y parece como si el pintor lo hubiera concebido desde un principio para donarlo al Museo de Arte Moderno, transmitiendo una imagen de respetabilidad burguesa en la que todo ha sido extremadamente cuidado. (Texto extractado de Pérez Rojas, J.: Artistas pintados: retratos de pintores y escultores del siglo XIX en el Museo del Prado, Ministerio de Educación y Cultura, Dirección General de Bellas Artes, 1997, p. 184).