Copa abarquillada de ágata con sirena alada
1630 - 1650. Ágata, Alabastro, Esmalte, Oro, Perlas, 19,7 x 17,5 cmSala 079B
Este vaso es una de las pocas piezas del Tesoro del Delfín conservada en su estado original, constituyendo un excelente ejemplo de los delicados trabajos de orfebrería de la escuela de París. Está formado por un cuerpo de perfil abarquillado, hondo y con piquera frontal, cuyos bordes se engrosan en la parte trasera, formando un pliegue interior con perfiles de hojas o volutas. Este cuerpo se asienta sobre un vástago de balaustre, con gallones helicoidales en relieve, que apoya sobre un pie circular, con zócalo de alabastro. Estas tres piezas están sujetas por dos guarniciones de oro esmaltado de negro y rojo sobre fondo blanco, que simulan láureas con cintas esmaltadas en rojo translúcido. El asa y la piquera constituyen delicados trabajos realizados en oro esmaltado y recrean, respectivamente, las figuras de una sirena y un mascarón de fauno o sileno.
El asa está formada por un Cuerno de la Abundancia, transformado en hojas esmaltadas de verde y pétalos blancos abrazados por cintas rojas, de donde surge una sirena, harpía o bicha de oro esmaltada de blanco y con los ojos abiertos como si quisiera hipnotizar, con alas de murciélago delicadamente labradas. Una banda azul le atraviesa el pecho y su cabeza es un ágata labrada, la capa parda para el cabello y la blanquecina para el rostro. Luce tres plumas de esmalte en el tocado, idea visible en otros vasos, especialmente en la Copa con sirena de oro del Museo del Prado (O1). Un collar de aljófar disimula la juntura del cuello. El cuerpo se decora con una guarnición en la piquera, en forma de mascarón de fauno o quizás sileno, en estilo cercano al del Aguamanil de la Minerva del Louvre MR 445. Tiene esmalte blanco, rojo, toques negros y otros colores más específicos, como el verde hierba opaco y el morado, este último muy empleado en la escuela de París. La trasera se adorna con un aplique de cartones recortados con decoración de escamas, pintadas en rojo sobre blanco.
Se trata de una obra estrechamente relacionada (aunque al menos una década más temprana) con el Aguamanil del Louvre (MR 231), fechado entre 1650 y 1673, que Alcouffe atribuye a un hipotético taller de monturas en blanco y verde, activo hacia 1650 y cuya semejanza con el vaso de Madrid no ha pasado inadvertida a los investigadores franceses. El mascarón de la piquera guarda parecido en ambas obras, al igual que sucede con el recurso a las bandas de laurel, el campo de escamas reticuladas o la flor fajada de la que emerge la sirena en ambas obras. Por ello parece que las monturas de oro esmaltado fueron realizadas en un mismo taller, al que también se puede adscribir, por su semejanza, la Copa de heliotropo con cabezas de leonas (O49), hoy muy deteriorada, y parte de la guarnición del vaso Nave de lapislázuli del Louvre (MR 262) (Arbeteta, L., "Otras miradas sobre el Tesoro del Delfín: revisión y nuevas propuestas de procedencias y autorías", en Boletín del Museo del Prado, 37, 55-57, 2019-21, 2021, p. 45).
Puede verse el estado de la obra en el siglo XIX a través de la fotografía de Juan Laurent y Minier, "Vase agate, montures d’or et émaux, XVIe siècle, règne de Henri II", hacia 1879, Museo del Prado, HF0835/12.
El Tesoro del Delfín es un conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre; la adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, guardados en sus cajas, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1778 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrió en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.