Bodegón con manzanas, plato de nueces y caña de azúcar
1645. Óleo sobre lienzo, 43 x 60 cm. No expuestoLa superficie plana de un sillar de piedra grisáceo, con un rehundimiento en primer plano a la izquierda, acoge varios productos campestres, predominando frutas y frutos secos. En consecuencia cabe señalar un plato hondo colmado de nueces cerradas, ocupando el segundo término que se ve antecedido por un membrillo, varias castañas y cuatro manzanas; detrás perdiéndose ya en parte sus perfiles en la oscuridad del fondo, se advierten varias cañas de azúcar cortadas en fragmentos reducidos.
El método de disposición de elementos que se ha seguido es el tradicional a fin de conseguir el grado de verosimilitud necesario para elaborar una pequeña naturaleza muerta sin pretensiones de complejidad. El riguroso primer plano lo ocupa la forma pétrea que sustenta el conjunto, ofreciendo al espectador su frente de marcada arista, que resalta merced al claroscuro hábilmente expresado. A continuación se ordenan los motivos de menor a mayor con objeto de lograr un progresivo aumento de volúmenes, unos colores claros y otros más oscuros, siendo los centrales, que a su vez son los más pequeños, unos cuerpos que comparten la doble tendencia tonal, de acuerdo con sus características naturales.
Hay una especie de tendencia geometrizante general que también estará en la naturaleza muerta en sentido moderno, cuando, pasada ampliamente la primera mitad del siglo XIX, sea objeto de atención por parte de los grandes maestros franceses, desde Courbet a Cézanne; aunque aquí todavía se está muy lejos de las formulaciones estéticas de todos ellos o de las de sus sucesores, más amigos de geometrizaciones tendentes a un futuro cubismo.
Se sabe poco de la vida de Pedro de Medina y de su obra: las noticias documentales son escasas y han llegado hasta hoy pocas obras seguras, aunque exista un grupo de atribuciones de difícil fiabilidad; sin embargo, se debe constatar que en tan reducida ejecutoria demuestra un digno nivel de calidad. Tal es el caso de la presente pieza cuya composición hábilmente coordinada resulta grata; a lo que se añade la suave luminosidad desde la izquierda del lienzo que envuelve a los componentes en una atmósfera común que juega con el contraste de las zonas claras frente a las penumbrosas, sin alardes excesivos de contraposición violenta.
Desde el punto de vista de la comparación, conviene recordar que por entonces trabajaban en Sevilla Francisco (1598-1664) y Juan de Zurbarán (1620-1649), padre e hijo, que junto con Pedro de Camprobín (1605-1674) cultivaban acertadamente la naturaleza muerta y con los cuales Pedro de Medina compite con éxito, máxime si se evalúan las virtudes artísticas de este sereno y agradable cuadro (Texto extractado de Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado. De Van der Hamen a Goya, Museo Nacional del Prado, 2008, p. 84).