Bodegón con recipientes de cocina y espárragos
Hacia 1652. Óleo sobre lienzo, 115 x 147 cm.Este bodegón, debido tanto a las características de su composición como a los elementos escogidos para figurar en ella, supone un excelente ejemplo de la peculiar evolución del género en el ámbito de la corte madrileña en las décadas centrales del siglo XVII.
Resulta curioso observar como aparecen concomitancias con las obras seguras de Mateo Cerezo (1637-1666) y con las atribuidas a su círculo próximo, al igual que se advierten similitudes con obras de otros autores del momento y del inmediato pasado. De las naturalezas muertas de Van der Hamen, esta obra conserva la disposición en los escalones, mostrándose todos los motivos sobre típicos sillares monumentales que producen una sensación de bien coordinada estabilidad. No obstante es menester señalar que se ha perdido la distinción que reina en las obras de Van der Hamen puesto que la colocación no tan ordenada de los componentes y los propios objetos de diferentes materiales, que van desde el refinamiento de la plata y el cristal hasta el cobre, el estaño, el bronce y el barro, más apropiados, por su sentido utilitario, aspereza o bastedad, para las cocinas que para los salones, dan a la obra una consideración de pintura popular, nada aristocratizante al estilo de las de aquél. Es probable que de los bodegones de Alejandro Loarte (ca.1590-1626) proceda el gusto por la carne sangrante, así como de los de Mateo Cerezo.
En general existe un gusto por lo cotidiano, resaltando los valores del ámbito doméstico con motivos extraídos del mundo de la alimentación y del de los utensilios que permiten prepararla para el consumo: animales despellejados y preparados para ser incluidos en guisos; magníficos manojos de espárragos con similar destino; así como copas, jarras, un almirez, calderos, etc. Todos ellos ayudan a describir los aspectos de la vida diaria y son un precioso documento para conocer el alcance de éstos, en la existencia humana concreta del día a día. Tan evidente variedad de elementos permite al artista demostrar su facilidad para diferenciar y expresar verosímilmente con el pincel calidades y texturas. A toda esta serie de peculiaridades que destacan este bodegón por encima de otros, se une el afinado empleo de la luz, sin prosopopeya, y la amplitud del cromatismo, dentro de un equilibrio de cuya coordinación resulta una bien ajustada armonía tonal carente de estridencias. Con todo, aparenta algo arcaizante estimando la relativa rigidez y la organización calculada de los elementos, aun cuando se aprecie una fuerte intensidad interpretativa dentro de la tradición naturalista.