Carlos II a caballo
Hacia 1693. Óleo sobre lienzo, 68 x 54 cmNo expuesto
Giordano muestra al rey como capitán general del Ejército, con coraza completa, insignia del Toisón de Oro y participando en una batalla contra los infieles, que en la zona inferior huyen ante su presencia. Restos de corazas, yelmos, banderas y tambores aparecen desperdigados por el suelo, muestra de la violencia alcanzada en la batalla. A la derecha, un paje porta el yelmo del rey decorado con vistosas plumas rojas y blancas.
Como en el resto de los retratos ecuestres conocidos, la composición se cierra a espaldas del monarca con un árbol frondoso. Su rostro muestra, invertido, el semblante del retrato P197.
Esta obra ha planteado dos dudas a los investigadores.
Para unos, la autoría sigue siendo incierta; para otros, los que aceptan la intervención de Giordano, la cuestión es conocer las razones que le llevaron a pintarla.
En relación con el primer asunto, aquí se defiende que se trata de una pintura de un artista de su círculo, de calidad notable. Efectivamente, el tratamiento del rey y su caballo, la escena de batalla, las corazas y trofeos, etc., presentan una factura de cierta calidad. En el rostro del monarca se aprecian pinceladas menudas que definen todas sus características, llegando a hacer uso de la preparación que asoma en la parte de la barba, oscureciéndola.
Sin embargo, muchos detalles revelan una mano menos diestra que la del maestro, como el tratamiento torpe del rostro del paje, de escala absurda y pincelada sumaria y monótona, las tiras rojas que adornan la grupa del caballo, que parecen añadidas con poco cuidado, o las manos del rey, carentes de volumen. Tampoco corresponde a Giordano la forma de plegar los paños, que aquí se aprecian con superposiciones de colores del oscuro al claro que no logran su objetivo de crear volumen.
El modelo utilizado es el del Retrato ecuestre de Felipe IV, de Rubens (1628), conocido hoy por la copia existente en la Galleria degli Uffizi de Florencia. Esta pintura presenta elementos que Giordano reprodujo, como es la posición de jinete y caballo, la presencia del paje con el yelmo y la importancia otorgada a los elementos simbólicos, mucho más desarrollados en el cuadro del flamenco. Giordano bien pudo obtener su pintura de ese modelo o de las muchas variantes posteriores realizadas a lo largo del reinado de Felipe IV, como el retrato ecuestre de Baltasar Carlos para el Salón de Reinos del palacio del Retiro [Velazquez, El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, Prado, P1180], o el del infante don Fernando conmemorando la victoria de Nordlingen [Rubens, El cardenal-infante Fernando de Austria, en labatalla de Nördlingen, Prado, P1687. García-Herraiz 2010, p. 170]. O el pintado durante el reinado siguiente por Sebastián Herrera Barnuevo, composición replicada en diversas ocasiones [Pascual Chenel 2010, pp. 431-32], o por Francisco Rizzi, donde Carlos toma las riendas de forma similar [Pascual Chenel 2010, p. 444].
Úbeda de los Cobos, Andrés, Luca Giordano en el Museo Nacional del Prado: catálogo razonado, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2017, p.308-309