Cristo yacente
1872. Mármol, 44,5 x 211 cm.Con esta obra, Agapito testimonia su especial dedicación a la escultura religiosa, que enlaza con la tradición española de cristos yacentes, especialmente de Gregorio Fernández, y con la tradición clásica de las bacantes dormidas, pero absolutamente filtradas por una visión realista y severa, de excepcional perfección técnica, con una nobleza que resulta habitual en la visión romántica del Cristo hombre, abandonado, rendido y trágico, tan distante del Cristo triunfante, que se centra en la individualidad. Su serenidad clásica y su sensibilidad, así como el reflejo del concepto del decoro, quedan patentes en esta obra. Es una muestra única de la síntesis entre el sentimiento y la técnica, en el tratamiento de un tema tan del gusto del romanticismo del hombre, la individualidad vencida, que sirve para trasmitir el recogimiento y la piedad a través del virtuosismo y su rigurosa plasticidad.
Realizados los bocetos en 1869, y ejecutada la obra en 1872, en su momento tuvo gran éxito, pues se valoraba, sobre todo, lo que entonces llegó a denominarse estilo místico, la severidad y la reflexión, conjugada con el ideal de perfección y la expresión de la infinita grandeza de un Deu. Coneguda aquesta obra de tota Europa, ha sigue ab justicia un dels millors blasons de gloria de son autor. Otros señalaban la inspiración en la belleza de la escultura clásica y el esfuerzo por expresar el sentimiento moral, aunque echaban de menos una transmisión del espíritu y un reflejo de la divinidad. La escultura en mármol se presentó a la Exposición Universal de Viena en 1873, exhibida también junto a una pintura de Valdivieso que utilizó el mismo modelo, y recibió una de las medailles pour l`art.
Es interesante conocer que el modelo con que contó para esta obra fue su buen amigo el pintor Eduardo Rosales, quien ya había posado para otras pinturas de similar tema, tanto para Domingo Valdivieso como para la obra del mismo tema de Gabriel Maureta y Aracil, e incluso para el Hamlet de Fortuny. Alejo Vera había descrito a Rosales en su juventud como un hombre guapo de porte refinado, y debido a su enfermedad estaba muy delgado, con el rostro demacrado y una expresión melancólica y abstraída.
El Museo Marés de Barcelona conserva tres terracotas que realizó como bocetos cuyo interés reside, fundamentalmente, en descubrir, por un lado, cómo trabajaba el escultor, y, por otro, en comprobar cómo decidió retirar casi totalmente los paños del sudario -que en el primer boceto cubre prácticamente todo el cuerpo del Cristo con un importante estudio de las telas-, para concentrase en el análisis del cuerpo humano. El Museu Nacional d`Art de Catalunya posee otro modelo de 1869 del primer estudio de paños para esta obra en terracota, y otro similar fue adquirido para el Museo Nacional de Escultura de Valladolid en 1998. Esta práctica de realizar estudios preliminares resulta muy útil para analizar la evolución narrativa de la composición y para conocer el dominio técnico tanto en el modelado de paños como en el anatómico (Texto extractado de Azcue, L. en: El siglo XIX en el Prado, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 414-416).