Cuadernillo con vistas de Roma
Siglo XIX. Lápiz sobre papel, 245 x 350 mmNo expuesto
Valentín Carderera y Solano (1796-1880) constituye una figura señera del panorama artístico español del siglo XIX. A su faceta como artista se une su papel destacado como erudito y coleccionista, especialmente en los ámbitos del dibujo y el grabado. Sin embargo, y pese a su importancia, su obra es relativamente desconocida. Como tantos otros artistas, Carderera formó y desarrolló su gusto artístico en Roma, donde residió por un período de nueve años (1822-1831), recorriendo al tiempo gran parte de Italia, pensionado por los Duques de Villahermosa, familia de la que proceden los cuadernos ahora adquiridos por el Prado, y en cuyo palacio madrileño residió el pintor hasta su fallecimiento. Los álbumes muestran los intereses de Carderera en estos años italianos, y que conformarán el centro de sus preocupaciones artísticas tras su regreso a España. El estudio de algunos de sus monumentos arquitectónicos -palacios, jardines y villas romanas y napolitanas-, de las obras de arte conservadas en sus palacios e iglesias -esculturas, pinturas y tapices- y de motivos iconográficos aislados -imágenes de santos y de personajes de la Antigüedad- quedan reflejados en estos dibujos. Ya en España, estos asuntos estarán siempre presentes en su obra, dejando constancia de ello en las acuarelas y apuntes en las que describirá, con minuciosa precisión, los más variados monumentos de la nación. Realizados con variadas técnicas, todos los dibujos se caracterizan por intentar ser lo más fieles posibles a la realidad, ya se trate de un paisaje, de edificios o de obras de arte. Estos dibujos italianos, trazados a sanguina o a pluma, sólo de contorno o con aguadas monocromas o de colores, muestran gran precisión en el trazo, revelando el autentico interés de Carderera por el tema antes que por el colorido o los aspectos sensoriales, y que se manifestarán explícitamente en su obra posterior, más descriptiva y documental, y en la que las cualidades estéticas quedan relegadas a un segundo plano frente al valor iconográfico o testimonial (Texto extractado de: Matilla J.M., Memoria del Museo Nacional del Prado, 2005, pp. 42-44).