Jaime García Banús
1892. Óleo sobre lienzo, 85,5 x 110 cmDepósito en otra institución
Sorolla mostró a lo largo de toda su producción artística un claro interés por la representación de modelos infantiles -en los que prefirió sobre todo los de su propia familia- que copiaba del natural sin quedar sujeto al posado obligatorio del retrato convencional. Así, en sus pinturas de niños pudo desplegar todo el talento de su obra más íntima y madura, captando con extraordinaria viveza la espontaneidad propia de los pequeños, convirtiéndose en uno de los artistas españoles de su tiempo que mejor supo captar a modelos de tan corta edad. Esta pintura es, sin embargo, un ejemplo insólito y valioso dentro de su obra, pues lejos de buscar la naturalidad expresiva del niño, el pequeño Jaime parece posar como un adulto, con un gesto ausente y una actitud ciertamente inmóvil, que incluso parece recordar con la mano sobre una pelota azul cruzada de rojo, ciertas imágenes de Cristo Niño como Salvador del Mundo. Esta singular obra, hoy conservada en el Prado, es bien característica del realismo naturalista, de moda entonces, que adoptó el pintor valenciano en sus años juveniles. El mayor atractivo del cuadro reside en la superposición de tonos blancos tanto en el fondo como en la figura, empleando una delicada técnica de veladuras superpuestas destinada a satisfacer el exquisito refinamiento exigido por el gusto burgués del momento. Este énfasis en el uso del blanco, que infunde a la pintura una iluminación deslumbrante, parece anunciar la sustancial importancia que desempeñará la captación de la luz natural a lo largo de la producción venidera del maestro valenciano. El retrato, realizado siete años antes de que la familia García Banús abandonara Valencia para ir a vivir a Madrid, posee un significado muy concreto en el universo personal de Sorolla. Como revela la cariñosa dedicatoria autógrafa, se trata de una pintura destinada a permanecer en el contexto para el que fue realizada, dentro del conjunto de retratos familiares que incluían a la hermana de Jaime, a los padres y a los abuelos de éste. Sobrino político de Joaquín Sorolla, Jaime García Banús era hijo de María Banús y de Antonio García del Castillo, hermano de Clotilde, esposa del pintor. Formó parte de una familia de brillantes intelectuales españoles de ideología liberal. Destacaron en ella sus dos hermanos, los científicos Antonio (1888-1955) y Mario. El primero fue profesor de Química en la Universidad de Barcelona, de la que fue vicerrector, y tras la guerra civil española se exilió en Colombia, donde fundó las facultades de esa disciplina de Bogotá y Los Andes. El segundo fue profesor de Biología en la Universidad de Yale. Su hermana María Teresa (1895-1989) fue una comprometida feminista cuyo esposo, el editor Juan de Andrade, fundó el Partido Comunista de España en 1920 y el Partido Obrero de Unificación Marxista en 1935. El retratado heredó su nombre de su abuelo materno, el profesor valenciano Jaime Banús y Castell, estudioso de Neurohistología y Psicología experimental y a quien al parecer admiró el célebre doctor Luis Simarro, que mantuvo una intima amistad con Sorolla (Texto extractado de G. Navarro, C. en: El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla, Museo Nacional del Prado, 2007, p. 182).