Jarro de cristal con Narciso y Eco
Hacia 1555. Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte, Oro, Plata, Rubí, 41,5 x 16,6 cm. Sala 079BObra destacada de la llamada “Escuela de Fontainebleau” por la importancia y belleza de sus guarniciones, ya se describe entre los objetos que componían el tesoro de los reyes de la Navarra francesa en el inventario de los bienes del castillo de Pau, realizado para la reina Juana III en 1561-1562. En 1601, el inventario de su hijo Enrique IV confirma su presencia entre los bienes reales, ya en París. Consta de cuerpo y boca en cristal de roca y pie y asa en metal. En el asa se aprecian dos figuras de bulto redondo: un joven que se asoma sobra la boca del jarro y una ninfa. Representa el mito de Narciso, con posible lectura emblemática en clave cristiana y moralizante. La obra se perfecciona al llenar el jarro, de modo que el joven parece transformarse en flor contemplando su imagen en el agua, y así, el mito cobra vida.
El mito de Narciso, descrito por Ovidio en su libro III de las Metamorfosis, alude a los peligros de la egolatría, lo que constituye una advertencia para príncipes y poderosos. Narciso, prendado de su propia belleza, es desdeñoso con aquellos que le aman, como la Ninfa Eco, condenada a repetir el final de los sonidos, por lo que es cruelmente rechazada. El joven se enamora de sí mismo al verse reflejado en las aguas de un manantial y es convertido por Némesis, diosa de la venganza, en una flor bella pero sin aroma. Ejemplo de la vanidad y el orgullo, el mito admite una lectura en clave alegórico-cristiana que podría haber sido adecuada en la corte calvinista de la Navarra francesa. La figura femenina del asa puede representar a la ninfa Eco, con los brazos cruzados que denotan impotencia y la boca abierta, a modo de grito al descubrir que ha perdido la voz. La parte inferior del cuerpo femenino que remataba el asa, desaparecida en 1918, consistía en un grueso trenzado en forma de serpientes entrelazadas, que probablemente aludían al adivino Tiresias, quien advirtió crípticamente a la madre de Narciso que éste gozaría de larga vida “si no llega a conocerse”.
Las características de esta obra permiten adscribir sus guarniciones al entorno de los plateros Toutain, considerándola obra posible de Richard Toutain el joven. El aguamanil se asienta sobre un pie acampanado de oro, con arabescos de esmalte negro embutido que forman una red de lacerías en esmalte blanco, entre las que asoman cabecitas infantiles, también esmaltadas y bocas de engaste con rubíes tallados en cabujones ovales. El cuerpo de cristal, realizado en dos pedazos, es talla de bastante espesor y se atiene al modelo milanés de gallones en la parte superior e inferior con ancha banda central delimitada por molduras. Arbeteta recogió la hipótesis de Alcouffe apoyada por Bimbenet-Privat, acerca de la posible elaboración francesa del cristal, y, sin descartarla, la consignó junto a una probable procedencia milanesa. El asa se inspira en modelos de Hans Vredeman de Vries, similares a los de la llamada “Escuela de Fontainebleau” (Arbeteta tiene presentado un texto sobre la revisión de la catalogación para su publicación).
El Tesoro del Delfín es un conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre; la adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V (1683-1746) recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, guardados en sus cajas, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1778 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrió en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.