La duquesa de Alençon presentada a su hermano el rey de Francia Francisco I, por el emperador Carlos V
1887. Óleo sobre lienzo, 108 x 203 cm. Depósito en otra instituciónEn este cuadro se representa a Margarita de Angulema, de Francia, de Navarra y de Orleáns (Angulema, 1492-Odos, Francia, 1549), duquesa consorte de Alençon y reina consorte de Navarra; vestida de negro, en el centro de la composición, en el momento de acercarse al lecho en el que yace su hermano el rey de Francia, Francisco de Valois y Angulema, conocido como Francisco I (Cognac, 1494-Rambouillet, 1547), que estuvo prisionero en Madrid; caracterizado con una iconografía inusual. Entre ambos está representado Carlos I (Gante, 1500-Yuste, Cáceres, 1558), rey de España (1516-1556) y emperador de Alemania (1520- 1558), que hace las presentaciones. El episodio tuvo lugar en 1525, en la Torre de los Lujanes (Madrid), por lo que la escena se representa en un interior, con diversos personajes que permanecen atentos a los acontecimientos. En todas las historias de España se hace referencia al buen trato que recibió Francisco I durante su prisión en Madrid, a quien el emperador visitó personalmente con el afecto de un amigo. En concreto, Modesto Lafuente cuenta, en estos términos, el encuentro con su hermana: El día siguiente repitió el emperador la visita. Pero lo que dio al postrado monarca más consuelo fue la llegada de su hermana, la princesa Margarita, que noticiosa de su enfermedad venía a ofrecerle sus fraternales cuidados, vestida con el traje de luto por la reciente muerte de su esposo, el duque de Alençon, de resultas de heridas recibidas en la batalla de Pavía. Recibióla el emperador con mucha cortesía y afectuosidad, y la llevó el mismo de la mano hasta la cámara del rey. Oyó la ilustre princesa de boca del emperador no menos de dulces palabras de esperanza y del consuelo que las que había dicho a su hermano.
El encuentro del emperador con su ilustre prisionero es un tema recurrente de la pintura española. Fueron varios los artistas que abordaron el tema, como Eduardo La Rochette, Lorenzo Casanova, Francisco Sans y José María Rodríguez de Losada, y otros, como Eduardo Rosales, que pensaron en realizarlo, aunque terminaron por abandonarlo. En concreto, el encuentro con la duquesa de Alerwon fue representado por Justo García Villamala y Vicente Campesino y Mingo. Más infrecuente es el tema en la pintura francesa, donde Alfred Johannot pintó La visita de Carlos V a Francisco I, que tiene por escenario una habitación gótica. Manuel Arroyo es un heredero de Rosales, cuyo cuadro Doña Isabel la Católica dictando su testamento (P04625) aparece aquí tornado como modelo: de él adopta la composición, la claridad y mesura a la hora de distribuir los personajes y la obsesión por subrayar el espacio cúbico, con la alfombra y el mobiliario, aunque la ejecución diste mucho de la soltura y franqueza del maestro.
La obra fue expuesta en la Nacional de 1887, donde su autor obtuvo una tercera medalla, aunque Ricardo Blanco, el crítico de La Regencia, no lo consideró merecedor de la recompensa: con estar bien compuesto y regularmente dibujado, no está a la altura del premio que el jurado le adjudica, pues la falta de originalidad y de expresión y lo tierno del color amerma mucho las cualidades mencionadas. Otros críticos contemporáneos, sin despreciar absolutamente el cuadro, comprendieron su carácter un tanto reiterativo y excesivamente discreto. Isidoro Fernández Flórez, en la Ilustración Española y Americana escribió: El autor es seguramente mejor que su cuadro, puesto que el Sr. Arroyo y Lorenzo es un pintor sensato, correcto, buen dibujante y profesor hábil. Pero su cuadro es anticuado, está lleno de reminiscencias en la composición, en las figuras y en el color, en todo. Puede hacer honor a su discreción; no lo hace a su personalidad. También Vicente de la Cruz se expresaba en un sentido parecido (La época de Carlos V y Felipe II en la pintura de historia del siglo XIX, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Cenetenarios de Felipe II y Carlos V, 1999, p. 198).