La reina de Etruria y sus hijos
1815. Óleo sobre lienzo, 199 x 150 cm. No expuestoTanto la testamentaría de Fernando VII como el inventario de 1857 del Real Museo de Pinturas identifican el retrato representado en esta obra como el de la reina de Etruria, cuya iconografía aparece asociada al poder por medio de símbolos perfectamente codificados, como el trono, el dosel rojo, el escabel, la corona, la columna en referencia a la Fortaleza, y por las insignias de las órdenes a las que pertenecieron. Por tanto, el personaje que constituye el núcleo de este retrato triple es María Luisa Josefa Antoñita Vicenta de Borbón y Borbón-Parma (San Ildefonso, Segovia, 6 de julio de 1782-Roma, 13 de marzo de 1824), hija de Carlos IV y María Luisa, reyes de España. La infanta se desposó el 25 de agosto de 1795, en Madrid, con su primo hermano Ludovico Francesco Filiberto de Borbón-Parma -quien reinó como Luis I de Etruria (1801-1803-) (Colorno, 5 de julio de 1773-Florencia, 27 de mayo de 1803), hijo de Ferdinando III, duque de Parma y hermano de la reina María Luisa de España.
Como reina regente de Etruria y posteriormente como duquesa de Lucca, lo más reseñable de su gobierno fue la protección de las artes y de las ciencias que ejerció. Entre 1817 y 1821 reunió una respetable colección de pinturas antiguas y modernas en sus residencias de Roma -compró, por ejemplo, las mejores piezas de la colección de Luciano Bonaparte-. Ostentó las bandas de las órdenes de María Luisa y de Santa Isabel de Portugal, además del lazo de la Cruz Estrellada, todas las cuales luce en el retrato, además de referencias a su estirpe borbónica a través del símbolo heráldico de la flor de lis, en la diadema y en los festones del halda. Prematuramente envejecida, pues contaría con treinta y cinco años, en nada se asemeja ya al retrato que de ella incluye Goya en La familia de Carlos IV, sino al ejecutado por Vincenzo Camuccini, conservado en la Galleria d`Arte Moderna de Florencia. La figura masculina incluida en el retrato corresponde a Carlo Ludovico o Carlos Luis de Borbón-Parma (Madrid, 22 de diciembre de 1799-Niza, 17 de abril de 1883). El primogénito de los reyes de Etruria tuvo tratamiento de infante de España y sucedió a su padre en la fantasía napoleónica del efímero reino centroitaliano, creado tras el Tratado de Lunéville, en 1801. Reinó con el nombre de Ludovico II, bajo la regencia de su madre, hasta el 10 de diciembre de 1807. Perdida Etruria, gobernó el ducado de Lucca como Carlo II, y recuperó después el título de duque de Parma y Piacenza. En el retrato luce las insignias de las órdenes del toisón de oro y de Carlos III. El tercer personaje retratado es María Luisa Carlota (en travesía marítima Livorno-Barcelona, 2 de octubre de 1802-Roma, 18 de marzo de 1857), hija menor de los reyes toscanos, quien contó con el tratamiento de infante de España como su hermano. En la efigie porta la banda de la orden de la reina María Luisa, que le fue concedida a su nacimiento. Casó en 1825 en primeras nupcias con Maximiliano, príncipe de Sajonia.
Este núcleo familiar ya fue retratado en otras ocasiones, pues tres de sus componentes aparecen formando una familia dentro de la familia de Carlos IV, en el cuadro homónimo de Goya (P0726). Él único caso en el que aparecen sus cuatro componentes -aunque el retrato del padre es póstumo- es una obra de François-Xavier Fabre, también conservada en el Museo del Prado (P05257). Ya como viuda, junto a sus dos hijos, la infanta reina duquesa aparece representada en una miniatura conservada en el Palacio Real de Madrid cuya composición es un claro antecedente de la obra atribuida a Aparicio. El intercambio de retratos entre familias reinantes fue algo perfectamente usual; dentro de esta costumbre, la propia María Luisa, desde su exilio romano, en 1814, envió a su hermano Fernando VII diversos retratos de su familia (Archivo General de Palacio, Secc. Reinados, Fernando VII, C. 37/2). En este sentido, en la documentación contenida en el expediente personal de Aparicio (A.G.P., Secc. Admtva., C. 138/1), el propio pintor manifiesta a Fernando VII haber acompañado desde Roma en 1815 a un cargamento con cuadros y otros efectos enviados por la reina de Etruria, entre los que es muy probable que se encontrase el retrato del Prado (Texto extractado de Sánchez del Peral, J. R. en: El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla, Museo Nacional del Prado, 2007, p. 74).