La Torre de Douarnenez
1877 - 1884. Óleo sobre lienzo, 39 x 59 cm.Es probable que por su estructura se trate del famoso campanario gótico de St. Herlée, que desde una atalaya domina toda la extensión de la bahía de Douarnenez. Este apunte, pintado con una técnica ya sumamente libre y deshecha, de una gran vibración y riqueza pictórica, pertenece a la plena madurez de este maestro.
Aunque España fue el escenario favorito de los paisajes del pintor, a la muerte de su esposa cayó en una melancolía que le impulsó a retornar periódicamente a su tierra de origen, en busca también de unas nuevas sensaciones paisajísticas, de tierras más húmedas, cielos brumosos y colores plomizos, en sintonía con su estado de ánimo. En su camino a Holanda, el artista retrataría paisajes de las diversas poblaciones francesas que atravesaba, como la villa de Douarnenez, situada en la Bretaña. Aunque el atractivo principal de esta ciudad bretona residiera en sus pintorescos paisajes litorales abiertos al Atlántico, Haes de nuevo escoge sencillos elementos casi anodinos para componer un paisaje identificado tan solo por la desdibujada torre de la iglesia, la cual actúa como un elemento más, sin escasa relevancia, frente a la pradera y a los matorrales cercanos que acaparan más la atención.
Si Carlos de Haes logró enorme fama y reconocimiento público con sus grandes paisajes de composición, de los que es ejemplo máximo La canal de Mancorbo en los Picos de Europa, su faceta más íntima y sincera como verdadero renovador de la pintura de paisaje en España la constituyen sus espléndidos estudios al óleo pintados del natural que, junto a gran cantidad de apuntes a lápiz, legaría como testamento artístico a sus discípulos más queridos. Efectivamente, Haes fue conservando en su poder a lo largo de su vida la gran mayoría de los estudios al óleo que pintaba en sus salidas al campo, solo o acompañado de sus discípulos, a los que enseñó la captación directa del paisaje al aire libre, cambiando así la manera de entender este género por las nuevas generaciones de paisajistas españoles que asistieron a sus clases. Son apuntes instantáneos tomados del natural en una sola sesión, seguramente de no más de una o dos horas, realizados sobre telas, cartones o papeles de pequeño tamaño, recortados teniendo en cuenta el formato del maletín de madera que el pintor portaba en sus excursiones y que luego le servía en el campo de caballete portátil, donde los fijaba con tachuelas, cuyas huellas son todavía apreciables hoy en el perímetro de la mayoría de ellos. De vuelta al taller, el propio Haes procedía al montaje de sus estudios más frágiles en soportes de mayor rigidez y consistencia, conservándose así hasta hoy en su práctica totalidad (Texto extractado de: Gutiérrez Márquez, A.; Carlos de Haes en el Museo del Prado 1826-1898, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2002, p. 240 y Díez, J. L.; El Siglo XIX en el Prado, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 284-289).