Virgen con el Niño y san Juanito
Hacia 1570. Óleo sobre tabla, 73 x 55 cm. Sala 052CMorales nos muestra aquí uno de sus temas más amables y afortunados, el de la Virgen con el Niño, si bien en este caso incluye la figura de san Juanito, que fija sus ojos azules en el espectador y, con gesto harpocrático, pide silencio para no disturbar el sueño de Jesús. La escena, iluminada por una intensa fuente de luz, destaca con viveza sobre un fondo casi negro. Mientras el Niño duerme plácidamente con su mano derecha apoyada sobre un cestillo de diminutos frutos -quizá fresas silvestres-, símbolo de su futura Pasión, la Virgen trata de protegerlo de las inoportunas moscas cubriéndolo con un velo transparente sobre el que se ha posado una de ellas. Morales había pintado el insecto en una composición anterior, sobre la manga de la camisa de la Virgen del sombrero (Madrid, Fondo Cultural Villar Mir) y pudo valerse de este recurso para proporcionar mayor verismo a la escena y demostrar al mismo tiempo su habilidad técnica, aunque también hay que señalar que este insecto simboliza el tormento y, por lo tanto, prefigura la Pasión de Cristo.
El modelo de la Virgen, de rostro ovalado, ligeramente inclinado, y de cabello rizado, es el habitual en el repertorio moraliano, no siendo esta la primera vez que la representa vestida con este atuendo, en el que lo más llamativo es el gracioso sombrero verde de ala plana y redonda adornado con cintas de gasa entrecruzadas y cuya fuente de inspiración resulta compleja.
Se conserva una obra similar, la Virgen del silencio de la Colección Abelló, fechada hacia 1550 y de dimensiones más reducidas, en la que el Niño apoya su mano sobre un cestillo de cerezas, fruto relacionado también con la Pasión de Cristo. La postura de los niños difiere respecto a la tabla del Prado, sin embargo, las siluetas de las Vírgenes son casi idénticas, como hemos podido comprobar al superponer las imágenes de ambas obras y hacerlas coincidir en escala.
La materia pictórica del cuadro del Prado ha sido aplicada en delgadas capas de pintura mediante veladuras, con los pigmentos finamente molidos. Desde la restauración realizada en 2013 la obra se muestra en toda su belleza y se aprecia el suave sfumato con el que han sido modeladas las figuras. Es ahora cuando se puede valorar su verdadera calidad, la técnica impecable y la delicadeza que caracterizan el peculiar e inconfundible estilo de Morales (Texto extractado de Sánchez-Lassa de los Santos, A. en: El Divino Morales, Museo Nacional del Prado, 2015, p. 86).