Las tentaciones de san Antonio
1901. Escayola, 254 x 157,5 cmDepósito en otra institución
Las tentaciones sufridas por San Antonio Abad, durante su retiro como eremita en el desierto, forman parte de la tradición legendaria occidental, y han sido sujeto de muchas representaciones plásticas, recuperando interés este pasaje a fines del siglo XIX en toda Europa, en relación con los temas vinculados con el mito de la fatalidad femenina. Lezama, en El Liberal, critica el punto de vista frontal de la obra: "teniendo cosas muy bien hechas, presenta un aspecto extraño. Parece que el grupo no ha acabado aún de salir del cascarón en que se halla todavía medio envuelto". Solsona, en La Correspondencia de España, se fija en el tema: "las mujeres son lo principal, y lo mejor artístico (...) Hay en ellas gran realidad. También es realista el santo (...) No me atrevo a decir que sobra el demonio, porque semejante diablo resulta poco peligroso, aunque afea a mi entender la composición, que pudo ser menos complicada, reducida a tres figuras. La unidad del pensamiento en la ejecución está francamente lograda". Balsa de la Vega, en La Ilustración Española y Americana, también se detiene en el tema y en la expresión: "es un sensualista, pero ha sabido, por lo menos en esta ocasión, encarnar en mujeres del día, que nada tienen de clásicas pero sí de sensualísimas, una escena donde se advierten expresados con energía la lujuria y la castidad, venciendo al propio tiempo el grave inconveniente de hacer original un asunto manoseado hasta el exceso. Si la cabeza y actitud del Santo están bien encontradas, la del demonio vence en expresión a la del eremita". Obtuvo medalla de segunda clase en la Exposicion Nacional de 1901, se inspira en uno de los temas recurrentes del simbolismo finisecular, en el que se pone de relieve la fatalidad femenina en el fin de siglo (Reyero, 2002: 182-183).
Para los críticos decimonónicos, la escultura, tanto por la sensualidad de sus materiales como por su carácter tridimensional, era el mejor medio artístico para expresar el erotismo del desnudo femenino. En su interpretación de una iconografía cristiana de larga tradición en las artes -las tentaciones a las que el Demonio sometió a san Antonio-, Borrás enfatiza las poses lujuriosas de las mujeres que ofrecen impúdicamente el atractivo de su juventud al casto monje ermitaño.
G. Navarro, Carlos, Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), Madrid, Museo Nacional del Prado, 2020, p.186 nº 27