María Guerrero
1878. Óleo sobre lienzo, 89 x 61 cm. No expuestoAunque Emilio Sala fue destacado pintor de escenas históricas y de decoraciones murales de carácter profano para ornato de numerosos edificios públicos y privados de la alta sociedad de fin de siglo, este maestro consolidó una faceta muy importante de su personalidad en su trabajo como retratista; género en el que se sintió especialmente cómodo gracias a la fluida facilidad de su técnica, y en el que pudo desarrollar una libertad expresiva en su lenguaje pictórico, que anuncia ya en muchos aspectos las conquistas del retrato moderno en la escuela valenciana. Esta nueva manera de interpretar el retrato se anuncia incluso en sus obras juveniles, de las que es destacadísimo ejemplo este retrato que Sala pintara a la pequeña María Guerrero (1868-1928) -con los años la actriz más venerada de la escena española de su tiempo-, realizado como regalo para su padre, a quien está dedicado.
Sala pinta a la joven María a sus diez años. Vestida con un traje azul de vueltas blancas, posa sentada, descansando sus pies, enfundados en altos botines, en un almohadón de terciopelo. En su actitud, seria y algo cansina, parece advertirse un rictus de aburrimiento ante la pesadez de la pose, apoyándo la barbilla en la mano. A pesar de su corta edad, su rostro refleja ya los rasgos característicos de su peculiar fisonomía, que se acentuarían con los años y serían uno de los recursos interpretativos fundamentales de la expresividad dramática de la actriz.
La franqueza con que está ejecutado el retrato, a base de grandes planos de color y perfiles rectos y quebrados que modelan la figura de la niña, y la gradación de su paleta, evocan inmediatamente el arte de Rosales, mostrando una jugosidad pictórica de gran libertad que se volverá más concreta y con mayores concesiones a lo decorativo en los retratos posteriores de Sala, por influencia de la retratística burguesa francesa tras instalarse en París, y de la que el Prado conserva también destacados ejemplos como, entre otros, el Retrato de señora (P7546), pintado ya en plena Belle Époque (Texto extractado de Díez, J. L. en: El siglo XIX en el Prado, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 352-354).