María Semprún y Pombo
1900 - 1905. Óleo sobre lienzo, 115 x 80 cmDepósito en otra institución
La retratada ocupa prácticamente toda la superficie del lienzo y está representada en actitud frontal y solamente hasta las rodillas. Sobre un fondo neutro, algo aclarado, Sala ha pintado a una dama de edad madura, sentada en un sofá adornado con cojines. Mira hacia el espectador y su rostro revela un carácter enérgico, tanto en la expresión algo displicente de la mirada como en el rictus de los labios. Tiene el cabello recogido en un moño, en la parte superior de la cabeza, que deja las orejas -por cierto sin pendientes- al descubierto, y que adorna con un vistoso y elegante tocado de flores rosas y una pluma de color oscuro. Lleva al cuello una gargantilla con perlas y brillantes, viste un traje escotado que complementa con un gran prendedor formado por flores y tules que entona perfectamente con el adorno de la cabellera y el abrigo azul que cubre el vestido, y remata el cuello y las mangas con piel. Las manos están enfundadas en guantes blancos y se apoyan, una en el brazo del sillón y la otra, en el regazo, a la vez que sujeta indolentemente un abanico cerrado. Este retrato de encargo es un claro ejemplo de la representación del retrato burgués, aprendido por el pintor en su etapa de París. La modelo posa algo rígida y tensa, mirando al espectador con aire de superioridad, consciente de pertenecer a una clase social elevada. Emilio Sala ha utilizado una técnica precisa para dibujar los rasgos y la indumentaria del personaje, buscando mayor concreción en la descripción de la modelo con el fin de revestirla de un aire elegante y mundano, no exento de una cierta afectación. El pintor adquirió gran éxito poniendo al servicio de su clientela española las novedades que para el retrato burgués eran del gusto de la sociedad parisina de fin de siglo. Da, pues, a sus representaciones, un toque de elegancia cosmopolita a través del refinamiento pictórico en la ejecución, que enriquece con una paleta rica en colores, genuinamente levantina y mediterránea. Este lienzo puede datarse en los primeros años del siglo XX, posiblemente entre 1900 y 1905, en atención a la técnica firme y segura utilizada por el pintor, así como por el gran sentido decorativo del colorido. Es, por lo tanto, un ejemplo característico del retrato de madurez de Sala, que evolucionó desde la sobriedad de sus primeras obras hacia un estilo decorativo y preciosista tan del gusto de su clientela fija, es decir de la burguesía acomodada del momento. Probablemente la dama efigiada guarde alguna relación de parentesco con don José María Semprún, retratado también por Emilio Sala en torno a 1900 en un cuadro que se conserva en el Museo del Prado (P7582) y que es ligeramente más pequeño de tamaño. Ambos proceden del mismo legado, el realizado por la viuda de Vargas, Carmen González Álvarez, al desaparecido Museo de Arte Moderno, en 1947 (Texto extractado de Orihuela, M. en: El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla, Museo Nacional del Prado, 2007, p. 176).