Nieblas (Picos de Europa)
Hacia 1874. Óleo sobre lienzo pegado a lienzo, 37 x 59 cm. Sala 063AEl paisaje representado se ubica en otra de las zonas geográficas españolas predilectas de Haes, correspondiente en este caso a los terrenos altos de las estribaciones orientales de la Canal de San Carlos en la Liébana (Cantabria), conjugando en este estudio todos los elementos del paisaje natural en una vista extraordinariamente sugerente.
En primer término, un fuerte claroscuro en lo que parece ser un camino entre los picos montañosos sobre los que crecen escasos arbustos. Al fondo, entre brumas, los riscos y picos escarpados de la cordillera que se recortan en el cielo y que a veces se esconden, como densa humareda, entre las masas nubosas que abundan en ambos costados. Las briosas y empastadas pinceladas, evidentes sobre todo en los primeros planos, refuerzan el marcado carácter agreste del entorno tornándose más sutiles al tratar de plasmar las inestables e inmateriales masas de niebla que se diluyen entre los volúmenes marcados de la geología del macizo.
Si Carlos de Haes logró enorme fama y reconocimiento público con sus grandes paisajes de composición, de los que es ejemplo máximo La canal de Mancorbo en los Picos de Europa, su faceta más íntima y sincera como verdadero renovador de la pintura de paisaje en España la constituyen sus espléndidos estudios al óleo pintados del natural que, junto a gran cantidad de apuntes a lápiz, legaría como testamento artístico a sus discípulos más queridos. Efectivamente, Haes fue conservando en su poder a lo largo de su vida la gran mayoría de los estudios al óleo que pintaba en sus salidas al campo, solo o acompañado de sus discípulos, a los que enseñó la captación directa del paisaje al aire libre, cambiando así la manera de entender este género por las nuevas generaciones de paisajistas españoles que asistieron a sus clases. Son apuntes instantáneos tomados del natural en una sola sesión, seguramente de no más de una o dos horas, realizados sobre telas, cartones o papeles de pequeño tamaño, recortados teniendo en cuenta el formato del maletín de madera que el pintor portaba en sus excursiones y que luego le servía en el campo de caballete portátil, donde los fijaba con tachuelas, cuyas huellas son todavía apreciables hoy en el perímetro de la mayoría de ellos. De vuelta al taller, el propio Haes procedía al montaje de sus estudios más frágiles en soportes de mayor rigidez y consistencia, conservándose así hasta hoy en su práctica totalidad (Texto extractado de: Gutiérrez Márquez, A.; Carlos de Haes en el Museo del Prado 1826-1898, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2002, p. 84 y Díez, J. L.; El Siglo XIX en el Prado, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 284-289).