Rincón de jardín con perrito
1660 - 1670. Óleo sobre lienzo, 109,5 x 156,5 cmNo expuesto
Pintado hacia 1660-1670, en la década de transición del reinado de Felipe IV (1621-1665) al de Carlos II (1665-1700), se trata de un cuadro altamente ilustrativo de un mundo, como es el de la naturaleza muerta en Valencia durante la segunda mitad del Siglo de Oro y, al tiempo, resulta agradable, decorativo y jovial, considerando el conjunto de elementos puestos en juego que recrean la alegría de un pensil mediterráneo. Al mismo tiempo supone un acabado ejemplo del repertorio de motivos que Hiepes gusta de introducir en sus obras, tanto las que pueden calificarse como de bodegones como las que declaradamente se inscriben en el ámbito de los floreros.
El pintor despliega todo un conjunto de elementos a cual más atractivo en un delicioso patio ajardinado: un largo banco ennoblecido con azulejos de cerámica sobre el que aparecen grandes macetas, diferentes entre sí, con una bella decoración también de cerámica multicolor, en las que crecen plantas fanerógamas; dos cestos, uno con flores y el otro con ramilletes que evocan las biznagas; flores por el suelo; un gran macetón con claveles y un árbol con frutas, todo centrado por un sillón de madera y cuero, sobre el que luce, frágil y diminuto, un gracioso perrillo, ajeno al ubérrimo entorno que le rodea por doquier.
Tal vez se trate del parquecillo del propio pintor, no en vano muchos de los componentes que lo exornan se repiten como imágenes independientes en sus cuadros, lo que también lleva a pensar que fuesen de su propiedad e incluso que él mismo cultivase flores del tipo ornamental que empleaba en sus lienzos; otro colega suyo, Francisco Pérez Sierra, se dedicaba a tales menesteres en Madrid a fines del XVII.
El modo en que ejecuta las flores, emergiendo de la tierra de las grandes macetas, así como éstas mismas, constituyen una originalidad en el siglo XVII español y bien puede decirse que Hiepes fue el único en pintar de esta manera, quizá debido al mundo que le rodeaba, en una ciudad como Valencia, célebre por sus jardines, flores y frutas. Además lleva una inscripción en valenciano -Sens dubte que qui a pinta, tenia cinc dits en cada ma- casi con toda seguridad referida en términos jocosos a la habilidad del maestro a la hora de manejar los pinceles.
Hay otros cuadros parecidos a éste, e incluso existe uno, también sin firmar, que mantiene todos los pormenores idénticamente, excepción hecha del perro que ha sido sustituido por un monito. Tanto el presente como el que aquí se menciona comparten la idea de que hay una amplia intervención del taller en la ejecución, lo que no disminuye su valor sino a la inversa, informan de la presencia de colaboradores en las tareas de Hiepes, cuyo legado pictórico a la posteridad es bastante extenso.
Luna, Juan J., El bodegón español en el Prado: de Van der Hamen a Goya, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2008, p.80/81