Santa Clara ahuyentando a los infieles con la Eucaristía
1693. Óleo sobre lienzo, 250 x 180 cm. Depósito en otra instituciónEs obra de considerable interés, pues son muy escasas las obras que se conservan de su mano, y constituye un buen ejemplo de la última generación de grandes decoradores madrileños. Es notable el escenario arquitectónico sugerido en modo análogo a lo que gusta hacer Claudio Coello. A este maestro recuerdan también los tipos humanos de los ángeles. El color cálido, pero un tanto apagado, con hermosos amarillos, ocres y verdes grisáceos, no resulta sin embargo brillante, al tener el pie forzado de la dominante parda del hábito. Para la composición se conserva un dibujo preparatorio en la Galería Nacional de Escocia, en Edimburgo, que presenta ya la composición definitiva, aunque con ciertas variantes, especialmente la ausencia del ángel adorante del segundo término y del guerrero que huye a la derecha. Este último, probablemente añadido al pintarlo, para llenar un hueco que las reducidas proporciones del dibujo justificaban pero que resultaría excesivo en las definitivas dimensiones del lienzo, parece inspirado directamente en alguna estampa de fines del siglo XVI, de tono enteramente manierista (Pérez Sánchez, A. E.: Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo. 1650-1700, Ministerio de Cultura, 1986, p. 287).
Procede del convento madrileño de franciscanas de Nuestra Señora de Constantinopla, donde con un lienzo compañero representando a San Luis obispo en gloria (P07038), constituían los retablos colaterales. La obra fue registrada, junto con su compañero, por Palomino (1724:) También hizo dos cuadros grandes para los colaterales de la iglesia del convento de Nuestra Señora de Constantinopla en esta Corte. El uno de San Luis obispo, y el otro de Santa Clara, cuando con el Santísimo en sus manos ahuyentó los bárbaros que intentaban asaltar el convento. Ambas fueron registradas en el mismo lugar por Ponz (1776) y Ceán (1800).
El Inventario general de los cuadros de la Trinidad existentes en el depósito y escogidos por la Comisión de la Academia permite asegurar que ambos pertenecieron al Museo Nacional de la Trinidad. Debieron de ser sustraídos del Museo o vendidos, fraudulentamente, como cuadros inservibles en alguna de las subastas que se celebraron en 1843. Resulta sorprendente, de todos modos, que, como se puede deducir de su registro en el Inventario de los cuadros y estatuas presentados en la inauguración del Museo Nacional de la Trinidad el 24 de junio de 1838, su salida del Museo se produjera después de haber estado expuestos en una de sus salas. Este cuadro ingresó en el Museo del Prado en 1978, donado por don José Saldaña Suanzes (Texto extractado de Álvarez Lopera, J.: El Museo de la Trinidad. Historia, obras y documentos (1838-1872), Museo Nacional del Prado, 2009, pp. 85-86).