Tríptico del Nacimiento de Jesús
Hacia 1450. Temple sobre tabla, 136,5 x 152 cm. Sala 052AEste tríptico tiene como tema principal el Nacimiento de Jesús, que se representa en el anverso de la tabla central. En las laterales figuran, en el anverso, a la izquierda, el Nacimiento y la Asunción de la Virgen y, a la derecha, la Presentación en el Templo y la Adoración de los Magos. En el reverso están representados, a la izquierda, San Antonio de Padua y Santiago el Mayor y, a la derecha, Santo Domingo de Guzmán y San Juan Bautista.
La primera noticia que se tiene sobre esta obra la sitúa en el monasterio de monjas franciscanas del Zarzoso (El Cabaco, Salamanca), fundado por Gómez de Benavides, señor de Frómista en 1444. Aunque el tríptico sí que se debió ejecutar en esta misma década, sin embargo el escudo que aparece en su reverso no es el de los Gómez de Benavides. En los cuarteles 1 y 4 muestra la banda de sable (negra) sobre campo de plata y la cadena de Navarra con ocho eslabones en oro rodeando el perímetro del escudo de los Zúñiga (Estúñiga). En los cuarteles 2 y 3 figuran los dos lobos pasantes de gules (rojos) sobre campo de oro puestos en palo (uno detrás de otro) de los Osorio. En la época en que pudo ejecutarse el retablo (h. 1450), la única persona que podría tener tal escudo era Elvira de Zúñiga (cuarteles 1 y 4) -hija de Pedro de Zúñiga e Isabel de Guzmán-, tras casarse en segundas nupcias con Pedro Álvarez Osorio, señor de Villalobos y conde de Trastamara, muerto en 1461 (cuarteles 2 y 3).
Este tríptico, con un estado de conservación excepcionalmente bueno, mantiene el marco original. La madera del soporte -pino- y la técnica utilizada confirman que se realizó en Castilla. Gudiol, al publicar la obra por primera vez, en 1970, supuso que su autor fue un extranjero -miniaturista a la par que pintor como Nicolás Francés-, formado en Francia más que en Flandes. Las características de su estilo confirman que fue un maestro de transición, formado en el Gótico internacional, como lo muestran sus dificultades para construir el espacio, e influido también por los modelos flamencos. Así lo sugieren los plegados de las telas que caen formando ángulos rectos y algunas escenas, particularmente el Nacimiento de Jesús, que recuerda en ciertos aspectos al Maestro de Flemalle y a la escuela de Tournai. Además, el mundo que reproduce no es el irreal del internacional, sino el mundo real de la pintura flamenca en el que todos los elementos representados que están sometidos a los efectos de la luz producen sombras, como él muestra con insistencia.
En este tríptico el autor evidencia su estilo singular, su calidad y su gusto por los detalles, en algunos casos poco habituales en la representación de temas sacros -uno de sus rasgos más característicos-. Probablemente ninguno resulta más significativo, y excepcional por lo insólito, que la inclusión en primer plano del Nacimiento de Jesús de los zapatos de la Virgen, unos chapines típicamente castellanos con motivos islámicos, que cobran tanto o más protagonismo que el Niño, o la bolsa con los ajos colgados en la pared del fondo de la escena. Y resulta también excepcional el que aparezcan los chapines de santa Ana -en este caso sin motivos orientales-, a los pies de su cama en el Nacimiento de la Virgen, reflejando un gusto por los detalles que se repite al incluir el brasero o el puchero en el que cocina la joven del primer plano o la hornacina del fondo con un plato con cerezas (Texto extractado de Silva, P. en: Memoria de Actividades 2014, Museo Nacional del Prado, 2015, pp. 16-19).