Una manola
Hacia 1913. Óleo sobre lienzo, 93 x 73 cmSala 060A
Sentada de lado ante un sintético paisaje, la modelo aparece retratada de medio cuerpo, girada hacia el frente, con un traje de tonos coral, peineta, mantilla de blonda blanca y adornos de tela a juego con el vestido. Cubierta con guante blanco, su mano derecha despliega un abanico con un llamativo país que representa una escena romántica entre un galán y dos damas. La pose de la protagonista, contundente y altanera, parece la de un retrato. Ataviada para ir a una corrida de toros –el único momento en que una mujer soltera podía llevar mantilla blanca por entonces–, Zuloaga concentró el interés de esta pintura en la intensidad humana del gesto de la mujer, que refuerza con la expresión de su mirada y aproxima así el tipo genérico de una manola a la efigie de una mujer concreta. La mantilla, la peineta y su evidente asociación con el recreo taurino, restan al cuadro sensualidad y ofrecen una apariencia más adecuada para un mercado más amplio: el lenguaje del abanico reclama la posibilidad de charla amistosa con un gesto de evidente pudicia.
Tipo o retrato, la manola del Prado es un testimonio brillante del momento de mayor esplendor del maestro guipuzcoano, y comparte elementos plásticos con algunas de las obras que el artista realizó alrededor de estas mismas fechas. Si la composición parece interpelar a pinturas más tempranas, la ejecución alude a un momento de mayor madurez. La facilidad del modelado del cuerpo de la mujer, cuidado y seguro, encuentra en la cabeza y en el escorzo de la mano sus mejores cualidades. La iluminación, dirigida a intensificar sus rasgos faciales, acentúa con naturalidad el efecto de los polvos del maquillaje sobre el rostro con una virtuosa sencillez, que revela la fiel devoción del pintor por la tradición española.
G.Navarro, C, 'Ignacio Zuloaga Zabaleta. Una manola' En: Donación Hans Rudolf Gerstenmaier al Museo del Prado, Madrid, Museo Nacional del Prado,, 2019, p.n.6 p.40-42