Bodegón de caza con aves y liebre
1774. Óleo sobre lienzo, 134 x 134 cmNo expuesto
Cartón para un tapiz de sobrepuerta destinado a la "pieza de cámara" del cuarto del príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, en el sitio real de San Lorenzo del Escorial. Encargado por el arquitecto Francisco Sabatini, su precio fue de 1.000 reales de vellón.
Clasificado durante varias décadas en los catálogos del Museo del Prado como pintura anónima, hoy puede atribuirse sin lugar a dudas a José del Castillo y considerar que fue ejecutado como cartón para dar lugar a un tapiz en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, manufactura para la que el artista trabajó bastantes años. El cuadro muestra una composición tomada con un punto de vista bajo, lo que realza su monumentalidad, contribuyendo a la sensación de relieve el despliegue del conjunto en riguroso primer plano. Se observa una amplia base de piedra, a modo de soporte que sugiere una ruina clásica sobre la que han crecido árboles y arbustos, por los que trepan los sarmientos de una vid, que indica el dominio de la naturaleza sobre las creaciones humanas. Varias aves muertas y una liebre, resultado posible de una jornada de caza, se apilan al pie de los troncos junto a unas frutas; una pequeña jaula de pájaros completa el conjunto a la izquierda, elemento bucólico tradicional, que refleja precisamente la búsqueda de la naturaleza tan característica en esta época. Detrás, un paisaje boscoso y un amplio celaje que ejercen el papel de respaldo del agrupamiento, presentado en un aparente desorden, reflejan la maestría del autor a la hora de crear composiciones originales.
El documento de la Real Fábrica indica que representa varias aves con una liebre, agrupadas con fruta y ruinas de fábrica; su precio 1000 reales de vellon. Fue realizado para elaborar el correspondiente tapiz con el destino concreto de ser sobrepuerta en la cámara del Príncipe de Asturias en el palacio de los Borbones, del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Se entregó el 20 de enero de 1774 y el tapiz se conserva actualmente en el Palacio Real de Madrid.
Supone un excelente ejemplo para descubrir cómo en el mundo laboral de la Real Fábrica de Tapices se seguían utilizando modelos inspirados en las tradiciones flamencas e italianas, particularmente éste cartón con reminiscencias de las tareas que llevó a cabo Mariano Nani. Su calidad es innegable y su originalidad muy estimable; se advierte el gusto por una composición bien equilibrada y las referencias a la Antigüedad clásica, en vísperas del triunfo del neoclasicismo, tendencia para la que Catillo estaba bien preparado en razón de los estudios que realizó en Roma durante sus dos prolongadas estancias, lo que le permitió también visitar las ruinas de Herculano, cercanas a Nápoles.
La pericia de Castillo y su refinamiento interpretativo son patentes, tanto en la concepción de la construcción compositiva en forma piramidal, como en el empleo del color y la luz con objeto de afirmar los valores decorativos de la pieza (Texto extractado de Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado. De Van der Hamen a Goya, Museo Nacional del Prado, 2008, p. 128).