El Guadarrama desde el Plantío de los Infantes
1910. Óleo sobre lienzo, 67 x 101 cm. No expuestoLa pintura representa uno de los motivos preferidos del artista, la sierra del Guadarrama. Este asunto había sido tratado ya a partir de la década de 1850 por numerosos paisajistas, entre los cuales se hallaban Martín Rico y Carlos de Haes, pintores ambos que influyeron de modo directo en la primera época del artista. Beruete fue uno de los paisajistas que cultivó este motivo con mayor asiduidad y, sin duda, el más certero entre ellos. La cercanía a Madrid le permitía, como recuerdan sus biógrafos, salir al campo a pintar todas las tardes, ejecutando enteramente sus obras ante el natural. Por otra parte la sierra había sido puesta en valor tanto por los geógrafos como por la Institución Libre de Enseñanza, de la que Beruete había sido miembro fundador. En la Institución, además, había sido profesor especial de dibujo de figura y de paisaje y miembro fundador de su sociedad para el estudio del Guadarrama, y había participado en las actividades de excursionismo.
Este paisaje, una de las obras maestras absolutas del artista, representa muy bien la última fase de su pintura. Los planos, dispuestos con ligera oblicuidad, se suceden alternándose vaguadas y pequeñas elevaciones hasta el farallón rocoso de la sierra, cuyas cumbres nevadas señalan el horizonte por encima de la mitad del cuadro. En esa sucesión de franjas destaca la vegetación de encinas, pinos piñoneros y retamas. El color va haciéndose más vivo conforme se asciende, hasta llegar a los efectos, muy característicos del artista, de las montañas violáceas con toques anaranjados, según un uso impresionista del color. La gran soltura de la pincelada es característica de esta etapa final de la obra de Beruete. Es muy patente en la representación de las montañas, los neveros y las nubes, cuyos tonos rosados destacan de modo muy peculiar sobre el azul claro del cielo, y crean una armonía cromática muy habitual en las obras de este periodo del artista. La limpidez de los colores, propia del estilo que caracteriza a su pintura en ese momento, desde 1903 hasta su muerte, debe también algo de su frescura al contacto con Sorolla, con el que pintó en algunas ocasiones.
Se trata de un paisaje natural pero, a la vez, humanizado, en el cual el artista pone de manifiesto la densa vegetación de encinas y pinos del Plantío, alusiva a la riqueza forestal del lugar, y representa también las casas y cortijos del segundo término. La finca había sido adquirida por el acaudalado banquero Gaspar de Remisa y Miarons, I marqués de Remisa, abuelo de la esposa del artista, María Teresa Moret y Remisa, que la había heredado. Este hecho explica la abundancia de paisajes pintados allí por Beruete, ya desde 1883. En los años finales de su vida son aún más frecuentes. Trabajaba allí incluso en invierno. En una carta dirigida a Sorolla, fechada en Madrid el 9 de marzo del año en que pintó el cuadro, señalaba: Yo voy todas las tardes al campo (Plantío de Infantes); de modo que en una de esas sesiones pudo haber realizado la obra (Texto extractado de Barón, J.: El Siglo XIX en el Prado, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 380-382).