El Tajo, Toledo
1905 - 1906. Óleo sobre lienzo, 57 x 85 cm.Junto con Madrid, Toledo fue una de las ciudades pintadas en más ocasiones por Beruete, en distintas épocas de su carrera y desde los más diversos rincones. Esta vista está tomada desde los cerros situados a extramuros de la ciudad, en una zona cercana al castillo de San Servando, al otro lado del río Tajo que circunda Toledo, por donde el pintor gustaba pasear. A la izquierda puede verse un molino de agua, construido junto a un salto del río, en el que las aguas se agitan espumosas. De la otra orilla, se adivina la carretera que sube hacia el Alcázar toledano, parcialmente visible. El cuadro es magnífico ejemplo de la extraordinaria desenvoltura plástica alcanzada por el arte de Beruete en su plenitud, siendo sin duda el paisajista español que más se acercó a los postulados del impresionismo francés. En este caso, su tratamiento puramente pictórico y esencialmente colorista del paisaje, interpretado con una reducidísima gama, oscilante entre los azules, verdosos y grises, intentando captar la impresión casi monocroma del paisaje toledano en un día nublado, evoca en cierta medida el mismo espíritu de las series de Monet sobre la Catedral de Rouen o las Casas del Parlamento de Londres. La espléndida jugosidad de su factura, especialmente rica en las espumas del agua y las sombras de los desmontes, junto a la originalidad del encuadre, visto en picado desde lo alto del monte, dan cuenta de la modernidad del arte de Beruete en el paisaje español de su tiempo. (Texto extractado de Díez, J. L.: Pintura española del siglo XIX. Del neoclasicismo al modernismo, Ministerio de Cultura, 1992, p. 190).