Fausto
1889. Óleo sobre tabla, 16 x 10 cmNo expuesto
Un espadachín satisfecho que incluso dentro de su estudio lleva su arma al cinto y que no está togado, como es habitual en las imágenes que lo representan como estudioso, sino vestido como un galán, con traje corto. Fausto regresa de su paseo festivo y abre el evangelio de San Juan leyendo: En el principio era la palabra, frase que tras su reflexión, cambia por En principio era la acción. Sin embargo, este Fausto es ya un hombre de acción, no un filósofo. El perro que se enrosca tras sus piernas, como si de un fiel guardián se tratase, no nos ayuda a visualizar la escena goethiana ni la transformación que está a punto de ocurrir; por el contrario, percibimos la amable estética de un cuadro de casacón, de muy reducidas dimensiones, un tableutin realizado con la minuciosa técnica que hemos dado en llamar preciosismo o fortunysmo (Texto extractado de Capelastegui Pérez-España, P.: "El Fausto de Goethe y la pintura española" en Goya: revista de arte, n. 228, 1992, p. 354).