Marina
1912. Óleo sobre lienzo, 98,5 x 170,3 cm. Sala ASon escasos los ejemplos de pintoras españolas del siglo XIX y principios del XX que se interesaron profesionalmente por el paisaje, género prioritario entre las artistas del resto de Europa -en particular del Reino Unido y Francia-, pero no aquí, donde a menudo la preeminencia del bodegón no dejó sitio a estas prácticas naturalistas. Una de esas excepciones es Flora López Castrillo, que destacó sobre todo como paisajista y marinista profesional, géneros que abrazó, si bien desde presupuestos apegados a la tradición académica.
Fue discípula predilecta de Antonio Muñoz Degrain (1840-1924), cuya influencia determinó su estilo como se hace notorio en esta obra, premiada en 1912 y adquirida por el Estado. Está inspirada en el poema La Galatea -incluido en el libro tercero de La Diana enamorada (1564) de Gaspar Gil Polo-, en concreto en los versos de la Canción de Nerea que dicen: "Junto al agua se ponía / Y las ondas aguardaba / Y en verlas llegar huía / Pero a veces no podía / Y el blanco pie se mojaba". Como hiciera su maestro Degrain, cuyo excéntrico lenguaje adaptó para sí, la pintora empleó referencias de la cultura clásica para ofrecer una interpretación ensoñada de la escena, encajada en una marina ambiciosa y de arbitraria sensorialidad simbolista.
G.Navarro, Carlos, Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), Madrid, Museo Nacional del Prado, 2020, p.381 nº 118