La Abundancia y los Cuatro Elementos
Hacia 1615. Óleo sobre tabla, 62 x 105 cm. Sala 083A la entrada de un bosque aparece sentada delante de unos juncos la Abundancia, personificada como Ceres, diosa de la agricultura y la fertilidad. Lleva el cabello adornado con espigas de trigo y sujeta el cuerno de la abundancia. La Tierra, sentada a sus pies y de espaldas al espectador, le hace entrega de unas uvas, uno de sus productos. Está encarnada en Flora, la diosa de la tierra que lleva el cabello adornado con una guirnalda de flores en alusión a su condición también de diosa de la Primavera. De pie, a la derecha de la Abundancia está el Agua, personificada como Afrodita, la diosa del mar, que vierte agua de una caracola para regar la tierra. En la parte superior vuelan abrazadas otras dos figuras femeninas: Vesta, la diosa del Fuego, y Juno, que en la Iconología de Cesare Ripa representaba el Aire. Sujeta con su mano un ave del paraíso, su atributo. Pero, además, Brueghel incluye entre el staffage que habita el interior del bosque un grupo de campesinos, en alusión a los hombres como receptores y beneficiarios últimos de la abundancia de dones que les ofrece la naturaleza. Las figuras de la Abundancia y de los Cuatro Elementos son de Van Balen. Su modelado preciso armoniza con el refinamiento y meticulosidad del paisaje de Brueghel que las rodea y con el que están relacionadas a través de los diversos elementos incluidos en él: la Tierra por medio del macizo de flores y los frutos del primer plano; el Agua por el río lleno de peces y cangrejos procedentes del mar que se vislumbra al fondo; el Fuego por la antorcha; el Aire por los pájaros, y, finalmente, la Abundancia por el macho cabrío que figura a su lado, tradicionalmente símbolo de la sexualidad, pero que aquí debe ser interpretado como referencia a la fertilidad de la tierra. Pequeños puntos guían al espectador en la búsqueda de estos elementos que son, al mismo tiempo, las notas de color local que sirven de contrapunto a la delicada armonía de verdes de los árboles y la vegetación. De este modo Brueghel consigue que en este bosque encantado la invitación al goce de la belleza sensual de la naturaleza y del desnudo estén concatenados. De esta composición se conocen dos copias sobre cobre de mano de Jan Brueghel el Joven, una de ellas también en el Museo del Prado (P1400) (Texto extractado de Posada Kubissa, T.: Splendor, Myth, and Vision. Nudes from the Prado, 2016, pp. 102-105).