La boloñesa (La boulonnaise)
1922 - 1923. Óleo sobre lienzo, 100 x 65 cmSala 060A
La pintura representa a una pescadora de la región del Boulonnais en el departamento de Pas-de-Calais. Estas “matelotes o verrotières” eran pescadoras, recogedoras de mariscos, que se ocupaban también del desembarco del pescado. Solían posar orgullosamente con los brazos en jarras, y así pintó María Blanchard a esta.
Esta obra muestra el afianzamiento de una pintura basada en la figura tras la etapa cubista de Blanchard, que había finalizado en 1918. En ella se trasluce su asimilación de los presupuestos de aquel movimiento, particularmente en el modo de pintar las manos, pero también en la solidez de la estructura compositiva y en el riguroso estudio de los ritmos de las formas. Su preferencia, propia de este periodo, por una representación casi monumental del motivo femenino hace que este ocupe casi toda la altura del lienzo. La culminación de la figura con el tocado circular, el denominado “soleil”, una cofia de encaje blanco almidonado y encañonado, le confiere un aspecto peculiar, como si se tratara de un nimbo que enalteciera a la mujer. El color blanco del tocado y la densa materia con la que está pintado resaltan su protagonismo. La forma de la cofia tiene un eco en las flores del chal, lo que multiplica la sugestión esencialmente femenina vinculada a su rotunda circularidad. El rostro, que expresa determinación e independencia de carácter, se en marca por largos pendientes, llamados “milanos o dorlots”, en forma de racimo, que se lucían con estos trajes de fiesta en Boulogne-sur-Mer. La artista simplificó un poco el atavío, pues eliminó los puños de encaje blanco de Calais que a veces llevaban, así como la larga cadena de oro que solía pender del cuello y, con ello, le dio mayor modernidad. Sobre el vestido de seda negra, el delantal ocre y el chal de color rosa con flores blancas muestran los matices cromáticos del gusto de Blanchard en estos años. Una expresividad intensa deriva del uso de un profundo azul para el fondo de la composición y del silueteado en tono más claro del contorno de la figura, que crea, junto a la toca, una especie de aura. El resultado es una imagen de gran fuerza icónica que transmite una poderosa energía, lo mismo que algunas maternidades que pintó entonces la artista. La preferencia de la pintora por los valores expresivos y estructurales, lejos de las categorías aparentemente femeninas de “la sensibilidad” o “la gracia” que podían aplicarse con facilidad a otras artistas como Marie Laurencin, hizo que Blanchard no encajara en los esquemas de los historiadores.
El cuadro participó en una importante exposición individual, con veintiuna obras suyas, celebrada entre el 14 y el 25 de abril de 1923 en la Galerie du Centaure de Bruselas, por lo que ha de ser anterior a esta fecha. La muestra fue promovida por el grupo de marchantes Ceux de demain, integrado por Jean Delgouffre, Frank Flausch y Jean Grimar, con los que la artista mantuvo una excelente relación, y su catálogo contó con un prefacio del pintor André Lhote, amigo suyo. En esta exposición figuró con el título de La boulonnaise; después, apenas fue exhibida. La pintura presenta un marco dorado con entrecalle lisa de roleos entre dos molduras de perlas y canto decorado con ovas.