La Virgen con el Niño, san Juan y ángeles
1536. Óleo sobre tabla, 121,3 x 83,4 cmNo expuesto
En una composición que Cranach repite a menudo con algunas variantes, la Virgen María mantiene sobre su regazo al Niño Jesús que toma unas uvas -símbolo del sacrificio de Cristo- de manos de un San Juan Bautista niño, mientras tres ángeles levantan un paño rojo de finos plegados por detrás, a modo de dosel de respeto. En el ángulo superior izquierdo se aprecia un paisaje casi miniaturista que muestra un panorama con edificios y montículos, herencia remota de la formación del artista en la escuela del Danubio.
Tanto las figuras de los personajes principales como las de los secundarios reflejan las fórmulas creativas de Cranach, los pormenores frecuentes y el estilo característico de estos años. El dibujo es firme, con predominio de la línea sobre el cromatismo, colores enteros pero hábilmente diversificados y entonados con acierto. El gusto por el grafismo se refuerza en los juegos de curvas, contracurvas y ondulaciones de los cabellos de los personajes, así como en los diferentes detalles, entre los que destacan la expresión de las facciones, telas, pieles, e incluso las alas en el caso particular de los tres ángeles. La luz diluye algunos perfiles y se aprecian leves esfumados que propician cierto grado de melancolía en medio del carácter gozoso del asunto. Denota un espíritu vigoroso en el concepto estético empleado, que se dirige a lograr una verosimilitud ambiental basada en una atmósfera integradora, en la sensación de perspectiva inmediata tridimensional, en la autenticidad de los volúmenes y en las calidades táctiles de carnaciones, telas y demás pormenores.
El cuadro es de gran importancia dentro de la expresión artística del pintor. Revela una indiscutible maestría, propia del periodo de plena madurez. Es precisamente del año anterior al fallecimiento de su hijo y colaborador Hans Cranach (1513-1537), por lo que todavía la serpiente con alas que constituye su firma, al lado de la fecha, las ostenta levantadas. A partir del año siguiente aparecerá con ellas caídas. Tan peculiar símbolo heráldico lo obtuvo el maestro en 1508 en calidad de otorgamiento nobiliario para su propio escudo de armas por concesión del Elector de Sajonia, de quien fue pintor de corte. La presencia de las uvas en este tema de la Virgen con el Niño procede de los comentarios de San Juan Damasceno (675-749) relacionados con la idea de que el hombre recibe de la Virgen las uvas de la vida, en la medida en que el vino se transforma en verdadera sangre del Hijo. A lo largo del siglo XII se popularizaron las simbologías vinculadas al asunto en la Europa Central, estimando que la viña es el árbol familiar, que se inicia con Adán y culmina en Cristo, siendo una de sus ramas la Virgen María. Ello da lugar a que la Virgen asuma una expresión entre dulce y preocupada, dolor por los futuros sufrimientos de su hijo, comparables popularmente al hecho de presionar la uva para que salga el futuro vino, lo que entraña violencia y destrucción. Los colores predominantes utilizados se refieren a la Virgen: el rojo del dosel es una alusión a la Pasión y Muerte de Jesús y el azul de la túnica y el manto se relacionan con su Concepción Inmaculada. La piel que lleva San Juanito evoca su etapa predicando en el desierto, cuando inicia la fase de su vida como Precursor.
En lo concerniente a su relación con otras obras de Cranach hechas en los mismos años, se podría pensar que, al igual que las demás, hay intervención del taller del pintor, probablemente de sus hijos Hans y Lucas el Joven, pero de un modo que no afecta al carácter excelente de su tratamiento de totalidad.
Posada Kubissa, T, Últimas adquisiciones: 1982-1995, Madrid, Museo del Prado, 1995, p.96-98