Paisaje de Cataluña
1860. Óleo sobre lienzo, 101 x 174 cm. Sala 063AEl paisajismo catalán de la segunda mitad de siglo XIX tendría su máximo baluarte en el maestro Ramón Martí Alsina, pintor de producción extraordinariamente variada y fecunda, que asimiló el realismo inmediato y voluptuoso de Courbet en sus cuadros de figuras y desnudos y adoptó la nueva lectura de la naturaleza propugnada por la Escuela de Barbizón en su faceta como paisajista, en la que forjó principalmente su personalidad. En efecto, Martí Alsina mostraría en toda su carrera una asombrosa facilidad técnica, de factura rápida y enérgica, que le procuró una producción ingente de pinturas de los más diversos géneros, aunque es en su labor como paisajista donde alcanzó sus máximos logros y un lenguaje plástico muy característico y enteramente personal, que le sitúa con toda justicia como uno de los más tempranos precursores del paisaje realista en España.
La obra representa una amplia vista panorámica de un paisaje agreste que surca el curso de un río, bordeado en su margen derecha por una orografía montañosa y abrupta, cuajada de tupidos árboles y grandes pitas. En contraste, tras la otra orilla se despliega una suave meseta cubierta por una pradera, en la que se adivina a lo lejos un caserío, perdiéndose en la lejanía los perfiles de una amplia llanura rematada por un horizonte suave de montaña. Todo el paraje está bañado por una dorada luz crepuscular, que acentúa los acusados contraluces de los distintos elementos de la naturaleza, bajo un cielo zarco surcado por esponjosas nubes blancas.
Pintado por Martí Alsina en una fecha tan temprana como 1860, asoman todavía en este paisaje leves ecos del último Romanticismo, en aspectos como la visión serena y ordenada de los últimos planos de la lejanía, la distribución de las masas para marcar la profundidad, el evocador efecto de la luz de atardecer o el detalle pintoresco de los pequeños pastores que se refrescan en el río mientras pace por el monte su hato de cabras.
Sin embargo, estos mínimos detalles quedan absolutamente envueltos por la visión fogosa y arrebatada con que Martí Alsina interpreta los distintos elementos del paisaje, que representa con un lenguaje plenamente realista, en el que muestra su asimilación de los postulados estéticos del paisajismo francés de esos años. No obstante, el pintor catalán reelabora esta nueva forma de pintar, franca y sincera, en su vertiente más vehemente y exaltada, a la hora de representar la orografía y la vegetación, exuberante y desbordada, que retuerce los ramajes de la arboleda y extrema dramáticamente los contraluces de sus confusos perfiles, a través de una preparación oscura acusa las sombras. Su densidad pictórica, vibrante y nerviosa, muy empastada, infunde al paisaje una intensidad expresiva de enorme fuerza y riqueza plástica, muy característica de este maestro catalán, en la que reside buena parte de su atractivo e interés (Texto extractado de Díez, J. L.: El siglo XIX en el Prado. Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 276-277).