Paisaje con un rebaño
1870 - 1878. Óleo sobre lienzo, 112 x 205 cm. No expuestoRamón Martí Alsina se formó como artista dentro del espíritu del romanticismo. En cambio, gracias a sus visitas a París desde el año 1855 en adelante, entró en contacto con la pintura realista francesa, convirtiéndose en uno de los cauces de renovación de la pintura de paisaje en España. Junto con Carlos de Haes y Martín Rico, Martí Alsina fue uno de los pintores que introdujeron el realismo en España, además del representante más importante del movimiento en Cataluña.
En su etapa de madurez, las corrientes de agua conocidas en Cataluña como rieres, que se encontraban cerca de la costa, serán uno de los temas preferidos por el pintor. Pintaba con frecuencia en la riera de Argentona, cerca de la vía del ferrocarril entre Barcelona y Mataró, línea en la que viajaba habitualmente el artista. Este tipo de paisaje le ofrecía la oportunidad de captar amplias vistas panorámicas, representadas con gran objetividad, y en las cuales incluía elementos muy diferentes. En el caso de esta pintura se ha representado una compleja serie de planos que retroceden hacia el fondo, deteniéndose con particular esmero en la sucesión de colinas y los efectos de los estratos de nubes.
La franja oblicua de la corriente de agua que recorre toda la pintura unifica la composición y dota a la obra de un gran sentido de profundidad, mientras que la escena está animada por la presencia de un pastor con su rebaño. Martí Alsina representa con exactitud las calidades de todos los elementos que constituyen el paisaje, desde las rocas en la orilla del curso de agua hasta los árboles. En efecto, el pintor enseñaba a sus estudiantes materias como la Geografía y la Botánica, con el fin de conocer con precisión, por ejemplo, las distintas especies de árboles.
El tema principal de esta obra es, sin embargo, el juego de luces que observamos en las nubes, así como la forma en que éstas iluminan la riera y el grupo de árboles que destaca a la izquierda. El artista logra, gracias al tratamiento pictórico, dotar a la obra de una fuerte carga emocional a partir de los contrastes representados en el cielo. Martí Alsina revela su familiaridad con el paisaje realista francés y la tradición paisajista del norte de Europa, holandesa en particular, con sus altos árboles de troncos destacados por la luz, y cuyas copas están expuestas al viento, que evocan los trabajos de Jacob van Ruisdael (c. 1628-1682).
Esta pintura es característica de la forma de trabajar de Martí Alsina en la década de 1870. A diferencia de sus pinturas de la década anterior, que eran más empastadas y estaban realizadas con una paleta de cálidos tonos ocre, en este caso la pintura es aplicada a base de finas capas, demostrando una preferencia por los tonos más fríos, en especial los verdes y ocres fríos, destacados con blancos y grises perla.
A pesar de su adhesión al realismo, Martí Alsina impregna esta representación de la naturaleza de una fuerte emoción, algo también apreciable en sus paisajes ambientados en el mar de este mismo periodo. El artista se mantendrá, incluso en su etapa de madurez, fiel a una visión estética cuyos orígenes se asientan en la base del romanticismo, pero irá incorporando matices nuevos, propios de su inclinación al realismo en la pintura, que harán evolucionar su obra hacia la modernidad (Texto extractado de Barón, J.: Portrait of Spain. Masterpieces from The Prado. Queensland Art Gallery-Museum of Fine Arts, 2012, pp.204-241).